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Catalina López, de la Red de Innovación, habló con la artista Ana María Montenegro sobre su obra Promesas. 

La época electoral coincide con el lanzamiento de Promesas, la pieza artística de Ana María Montenegro. En ésta, la artista coleccionó las promesas que han hecho nuestros expresidentes desde 1926 hasta 2014. Transcribió los discursos de posesión de todos esos presidentes y resaltó las palabras repetidas. La idea es que al hacer hace click en estas palabra se puede armar un nuevo discurso; el propio.     

Es un ejercicio artístico a la altura de la situación en la que estamos y sobre la cual conversamos:

Catalina López: ¿Cómo surgió la idea de Promesas y cómo terminó haciendo parte de la curaduría de Nuevos Nombres?

Ana María Montenegro: Venía trabajando en otro proyecto que tenía mucho que ver con los ciclos de cuatro años en los que se “renueva” el poder político del país, que en el caso de Colombia siempre sucede al mismo tiempo que el mundial de fútbol. Son años de promesas por el lado de la política y años de ilusiones por el lado del fútbol.

Todo se vuelca a la cuestión de ganar o perder: el lenguaje, la opinión, la economía y el ánimo en general.

En el 2014 el fenómeno fue  particularmente dramático, porque la elección se volvió un pre-plebiscito donde tuvimos que escoger entre la guerra y la paz, mientras Colombia jugaba su mejor mundial.

Para mí ver estas dos cosas pasando al tiempo fue muy revelador y se volvió una especie de premonición.

C.L.: ¿Qué le permitió entender?

A.M.M.: Me hizo entender que la división en Colombia no está entre los de derecha y los de izquierda, sino entre los que vimos la guerra por televisión y los que la vivieron en carne propia.

El uribismo tiene esto clarísimo, y lo ha sabido capitalizar muy bien. Finalmente, lo que sucedió es que esa victoria tan amarga de las elecciones, en medio del nacionalismo renovado por el fútbol y el juego de egos mediado por los titulares, le hizo hacer a Santos la promesa que nunca debió hacer: que “el pueblo colombiano” tendría la última palabra sobre el acuerdo con las Farc.

Por cumplir esa promesa se hizo un plebiscito que no era necesario y que nos tiene donde estamos.

C.L.:¿De ahí salió la idea de Promesas?

A.M.M.: Ahí me comencé a obsesionar con esto de las promesas, y cuáles se cumplen y cuáles no.

Comencé a revisar los discursos de posesión de presidentes anteriores a mi nacimiento. Cada discurso como género es fascinante, textos del pasado redactados en futuro que describen un deber ser de país que nunca fue.

Al hacer el ejercicio de leerlos todos, se va develando un retrato de la sociedad colombiana en un pacto de unidad nunca cumplido, en una promesa infinita de transformación hacia lo que nunca seremos.

Meinteresó mucho lo que se mantenía a lo largo del tiempo y lo que no.

Catalina López: ¿Hay continuidades?

A.M.M.: Si hay continuidad en algún aspecto es en la confusión perpetua, en la pelea de ese qué debemos ser que no nos permite salir de la guerra, ni ganar un mundial, ni dejar llegar al poder a alguien que pueda generar un cambio profundo, ni de sentirnos suramericanos, ni de tener una verdadera democracia (asumiendo que tal cosa existe).

Por esta falta de perspectiva somos un pueblo manipulable, que cae fácil en abismos políticos y sociales sin sentido.

C.L.: ¿Hasta ahora cuál ha sido el encuentro más interesante?

A.M.M.: Hay dos promesas que se repiten en todos los discursos: la de erradicar la pobreza y la de la descentralización, es decir que el Estado y los recursos llegarán a todos los rincones del país y que Bogotá mirará por fin hacia las otras regiones.

C.L.: ¿Ha tenido la oportunidad de hablar con algún político al respecto, con quién le hubiera gustado hablar si hubiera podido y qué le diría?

A.M.M.: En el mismo periódico donde estaba el discurso de posesión de Misael Pastrana (1970) encontré una entrevista que le hicieron a Galán. El título era “Habla el ministro más joven de la historia””, porque Pastrana lo había nombrado ministro de educación cuando tenía solo 26 años.

Su lucidez y entusiasmo eran muy sorprendentes. Sentí como nunca mucha tristeza por lo desconectada que está mi generación de la política y lo difícil que es para nosotros sacudirnos el cinismo y el pesimismo.

Tuve otros encuentros similares. Así que aunque suene un poco cursi, me hubiera gustado hablar del proyecto con los que no están en el archivo, que fue con quienes tuve una especie de diálogo imaginario en todas esas horas de transcripción: con Rafael Uribe Uribe, con Jorge Eliécer Gaitán, con Jaime Pardo Leal, con Luis Carlos Galán, con Bernardo Jaramillo, con Carlos Pizarro.

Hasta ahora no he tenido la oportunidad de hablar del proyecto con algún político.

C.L.: ¿Por qué considera que este trabajo es importante en el momento que sale a la luz pública?

A.M.M.: Por la coyuntura en la que estamos. Es un proyecto hecho para el 2018. Por supuesto estos proyectos
tienen un alcance muy limitado, pero me gusta pensar que tal vez puede dar un poco de perspectiva, y que suscitará reflexiones y discusiones que logren llevar el debate un poco más allá de la inmediatez de las promesas de siempre.

Casi nos dejamos arrebatar el proceso de paz, que debía ser de todos, por cuenta de los intereses electorales de unos pocos (tanto así que su continuidad está en peligro aún).

Debimos apropiarnos de él antes. En definitiva, después de mucho ir y venir, creo que hay que hacer ambas cosas: participar en política todo lo que podamos, pero no dejar todo en manos de los políticos. Cada vez creo más que la salida está en tomar el poder sin necesidad de tomar el poder.

Hay mucho que podemos hacer en los márgenes desde lo que cada uno hace, si logramos aprender a trabajar de manera colectiva. La intención inicial de este proyecto es burlarse de los políticos y de la política en general, pero detrás de ese cinismo, bien al fondo, hay un llamado a la acción.     

C.L.: ¿Cuál considera que es el reto del ejercicio artístico en una narración no lineal y en formato digital en Colombia?

A.M.M.: Creo que cada vez es más difícil definir qué es digital y qué no, pues todo siempre termina en Internet.

Una exposición ya no es una exposición si no hay un evento en Facebook al principio y un registro en Facebook al final.

Yo no estoy muy de acuerdo con esa decisión que se tomó en Nuevos Nombres de clasificar las obras en intervenciones físicas e intervenciones
digitales, pero me parece que es un esfuerzo valioso por tratar de incluir piezas que se alejen de la producción tradicional de objetos, aunque al final cabe la pregunta ¿no es un sitio web un objeto también?

C.L.: ¿Cree que lo es?

A.M.M.: Todavía somos muy torpes en tratar de definir qué es arte digital y qué no, qué es arte electrónico y qué no, y tal vez esas clasificaciones ya están muy caducas.

Lo mismo sucede con la etiqueta de lo no lineal, que en el caso de este proyecto, se aleja de lo que podría ser un enfoque didáctico.

No me interesaba que el sitio fuera una herramienta de investigación, sino todo lo contrario, me interesaba que se sintiera como un lugar infinito, azaroso, y que lo único que uniera una promesa con otra fuera su contenido, la literalidad de las palabras.

Por eso no se pueden buscar promesas por presidentes o por años, y por eso lo pensé como un generador de discursos más que otra cosa. En eso radica el tono del proyecto, para que no se volviera una especie de homenaje a los expresidentes. El reto por delante es hacer cosas más time-specific que site-specific.

C.L.: ¿Y en Colombia se está haciendo eso? 

A.M.M.: El arte que se está produciendo en Colombia me parece buenísimo. Creo que la pregunta sería entonces ¿cómo hacer proyectos que estén a la altura de la situación en la que estamos? que en el caso de Colombia tiene mucho que ver con re-evaluar al servicio de qué o de quién ponemos nuestro cinismo, nuestro sentido del humor, nuestras obsesiones conceptuales y estéticas y nuestras observaciones, que cada vez me parecen más agudas, y eso me alegra.

Es la directora de la Fundación Promedio. Estudió diseño industrial en la Pontificia Universidad Javerina y un posgrado en arquitectura y artes efímeras en la Universidad Politécnica de Cataluña.