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A diferencia de la mesa de La Habana, la participación ciudadana parece ser el enfoque trasversal en la mesa de conversaciones de Quito con el ELN. Vale la pena recoger las lecciones aprendidas para mejorar el contacto con las realidades sociales y tener en cuenta las posibles dificultades que se pueden presentar en el dialogo ciudadano.

Interesante y por buen camino nos pareció la invitación que recibimos de la ONU y de la Mesa de Quito, para realizar aportes en el desarrollo del primer punto de la agenda de negociaciones: La participación de la sociedad civil en la construcción de paz.  

A diferencia de la mesa de La Habana, la participación ciudadana parece ser el enfoque trasversal y fundamental de estos diálogos. Las características de estas dos guerrillas y los contextos de las negociaciones tienen mucho que ver con este énfasis.

Las FARC fueron una guerrilla rural y con una fuerte y compacta jerarquía del mando -un ejército con vocación política- , en donde las decisiones siempre estuvieron delegadas al comité central o al secretariado. Mientras que el ELN basa su estructura en una idea federativa, en donde las relaciones con los movimientos sociales, tanto nacionales como territoriales, son mucho más importantes –son un movimiento político armado-.

Los diálogos de la Habana siempre mantuvieron un estricto sigilo y confidencialidad, lo cual afectó las posibilidades de participación ciudadana. Las conversaciones en Quito parecen estar más abiertas, pero más complejas en cuanto a la toma de decisiones y bajo perfil en cuanto a la discusión pública. El desgaste en la imagen frente a la ciudadanía sigue siendo una dificultad. Las FARC no logran sintonizarse con la realidad política del país y las acciones armadas del ELN alimentan fuertes resistencias ciudadanas, sobre todo en los centros urbanos.

En este contexto, vale la pena recoger las lecciones aprendidas para mejorar el contacto con las realidades sociales, pero también, tener en cuenta las posibles dificultades que se pueden presentar en la participación si no hay una estrategia adecuada para su implementación.

Algo de lo que adoleció la Mesa de negociaciones de La Habana fue la posibilidad de mantener un contacto directo con los ciudadanos que permitiese evitar rumores y especulaciones. Los medios informáticos son fundamentales en esta tarea. Además de la página web, hay que hacer uso de las redes sociales por su cercanía con los ciudadanos de a pie. 

El diálogo con la ciudadanía debe ser visto como una necesidad de legitimar lo pactado y no como una concesión o un requisito aprobado por las partes. Los resultados deben ser trascender la consulta y garantizar un efecto real sobre los temas tratados, esto debe ser lo suficientemente visible y transparente.

Hay que entender la heterogeneidad de la sociedad civil, sus niveles, relacionamientos y encadenamientos virtuosos. La participación de la ciudadanía en los diálogos no puede ser entendida de manera homogénea invitando a los actores a los mismos espacios, tratándolos de manera similar. Identificar los roles puede ayudar a cualificar la participación y garantizar mejores aportes.

Es necesario cualificar la participación para hacer un mejor uso de ésta. Un dispositivo nacional pedagógico que permita entender los alcances de lo acordado garantiza mejores aportes ciudadanos y legitima lo acordado.

Finalmente, deben ser utilizados mecanismos institucionales que ya existen y que pueden garantizar un seguimiento a la participación, como el Consejo Nacional de Participación Ciudadana y el Consejo Nacional de Paz. Lo ideal es reivindicar así su conformación y darles un rol como instancias legítimas para la interlocución.

Es profesor universitario y promotor del desaroollo en temas de fortalecimiento democrático y ciudadanía. Estudió economía en la Universidad del Atlántico y una especialización en cooperación internacional.