Esta historia hace parte de la Sala de redacción ciudadana, un espacio en el que personas de La Silla Llena y los periodistas de La Silla Vacía trabajamos juntos.

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Mientras en Colombia entramos la semana pasada al ranking del top 10 de países con más casos y fallecidos a causa del covid (y esta la arrancamos con un desgarrador récord de 648 muertes diarias) y menos del 10 por ciento de colombianos están totalmente vacunados, en otros países comienzan a vivir la vida poscovid.

Hablamos con cuatro becarios de Colfuturo, repartidos por el mundo, sobre su vida en lo que parece ser el inicio del fin de la pandemia. Esto fue lo que nos contaron.

Nueva York, la ciudad que nunca duerme vuelve a despertar

Fuegos artificiales, conciertos masivos y calles libres de tapabocas. Esa fue la foto de Nueva York el 16 de junio. El día en que, oficialmente, se oficializó el “fin” de la pandemia.

Luego de que la ciudad se convirtiera en la capital del covid en abril del 2020 (con más casos que en cualquier país del mundo) y después de superar un segundo pico que rozó los 20 mil casos diarios en enero, la reapertura fue razón para celebrar.

Daniel Medina se fue en enero a estudiar una maestría en Negociación y Resolución de Conflictos en la Universidad de Columbia con una beca-crédito de Colfuturo. Justo cuando el panorama de Nueva York era de encierro total.

“Uno siempre tiende a pensar que Nueva York es la ciudad que nunca duerme. Y pues realmente estaba dormida”, dice Daniel.

Cuenta que cuando llegó no se podía comer dentro de los restaurantes, el uso del tapabocas era obligatorio sin importar el lugar y todo cerraba a las 11 de la noche. Incluso, el metro, que es reconocido por operar las 24 horas, solo funcionaba hasta la 1 de la madrugada.

Para Daniel esto significó que el inicio del año fue más duro en cuanto a restricciones de lo que venía viviendo en Colombia. Ahora, Nueva York tiene más del 70 por ciento de su población adulta vacunada, y hasta cualquier turista que llegue puede llevarse su dosis gratis.

“Fue una locura ver como hace un par de días celebraron el fin de la pandemia, que realmente es el fin de las restricciones, con fuegos artificiales y un concierto de Coldplay en toda la mitad de Nueva York”, cuenta.

Ya están arrancando las señalizaciones de distanciamiento de las calles y establecimientos, las personas pueden estar en tumultos sin ninguna restricción y se están planeando todo tipo de eventos masivos. Y, además,los tapabocas ya no son obligatorios, en ningún lugar. Sí. En ningún lugar.

Sin embargo, relata Daniel, muchas personas los siguen utilizando por precaución en sitios cerrados. Más que todo en el metro, pero en la calle se ve a la gente pasear tranquilamente sin cubrir su cara.

Ya ni siquiera son obligatorios los protocolos de bioseguridad, como poner gel antibacterial a la entrada de un almacén. Es una decisión independiente de los negocios qué protocolos quieren implementar.

Para Daniel, lo más impresionante ha sido volver a estar en bares atestados de gente. “Uno va a pequeños bares repletos donde está todo el mundo pegado, como si no pasara nada y uno dice ‘bueno, pues nada, lo que queda es confiar en la ciencia’, ¿no?” —dice Daniel, refiriéndose a la vacuna— “porque sin duda en otras condiciones hubiera salido contagiado de ahí”.

Esto no significa que el covid haya desaparecido de Nueva York. Ayer, por ejemplo, se registraron 277 nuevos casos. Pero para una ciudad que estuvo dos veces al borde del colapso, estas cifras son motivo de fiesta

Taiwán, la pandemia que apenas está llegando

La curva de contagios de Taiwán, una pequeña isla cercana a China, es muy particular. Un país con 23 millones de habitantes nunca había pasado de 30 casos nuevos diarios de covid desde que arrancó la pandemia hasta mayo.

Por lo que William Cruz, otro becario de Colfuturo, nunca sintió la pandemia en absoluto. Hasta hace un mes, cuando hubo un brote repentino.

Taiwán fue uno de los primeros países en prohibir la entrada de personas extranjeras, una reserva que se mantiene vigente hasta hoy. El control estricto sobre quién traspasaba sus fronteras les dio una ventaja sobre otros países, lo que los llevó a tener rachas de 0 casos de covid por meses.

William llegó a Taiwán en 2018, a la ciudad de Tainan, al sur de la isla. Ahí, se encuentra realizando un doctorado en Psicología Experimental y trabaja por las noches en el laboratorio de psicología de la Universidad Nacional Cheng Kung, el mismo lugar en donde estudia.

Narra que esta contención los llevó a vivir en un mundo sin pandemia, en el que la “normalidad” nunca cesó de existir. Las actividades sociales no pararon, los restaurantes siguieron con las puertas abiertas y los conciertos siguieron siendo taquilleros.

Los tapabocas, por ejemplo, dejaron de ser obligatorios en espacios abiertos a los pocos meses de empezar la pandemia. Sin embargo, cuenta William, la disciplina de las personas fue clave.

“Aquí las personas desde un inicio fueron muy juiciosas con las reglas, utilizan tapabocas hasta cuando no es requerido e intentan mantener el distanciamiento al máximo”, dice William. “Ahora, por ejemplo, que hay un brote, las personas muy tranquilamente cancelaron los vuelos que tenían para visitar a sus familiares durante el Festival del bote del Dragón. Un día muy importante para los taiwaneses”.

Y es que el país tuvo recientemente un repunte de casos a mediados de mayo que prendió todas las alertas. Pasó de registrar cinco muertes diarias desde que empezó la pandemia a más de 300.

Las autoridades le han atribuido los nuevos casos a que la gente bajó la guardia, los hospitales empezaron a flexibilizar los protocolos de bioseguridad y también a la entrada de trabajadores sexuales extranjeros. Sin embargo, William dice que las versiones son muchas, y que entre sus amigos ronda la creencia de que el rebrote fue culpa de unos pilotos que llegaron de un vuelo extranjero y no hicieron cuarentena.

El caso es que Taiwán volvió al encierro. Pero, según William, las personas confían en que todo volverá pronto a ese mundo sin pandemia: “seguramente bajarán los casos pronto, yo veo que todo lo manejan con mucha rigurosidad y la gente hace caso a las normas”.

Australia, una burbuja utópica

En Australia la foto pinta similar a Taiwán antes del brote. Pocos casos, pero aislados del resto del mundo. El peor pico en este país en medio del océano no llegó ni a los mil casos, consecuencia de un cerramiento de fronteras que les ha permitido controlar los brotes del virus.

Sergio Gómez ha estado en Melbourne por 3 años, tiempo en el que se graduó de una maestría en Marketing y Comunicaciones, por lo que ha vivido la pandemia de principio a fin en este país.

“Aquí se demoró en llegar el virus, pero apenas llegó empezaron a tomar medidas super drásticas”, dice Sergio.  Se refiere al cierre de fronteras absoluto que rige en Australia desde marzo del año pasado, y que parece no tener una fecha de caducidad por ahora.

Al principio, narra Sergio, lo que se vivió fue similar a otros países: solo salidas al supermercado, controles estrictos y bioseguridad al tope. Por ejemplo, durante los primeros meses de pandemia sólo se podía salir en un radio de 5 km a partir del domicilio de cada persona. 

Sergio cuenta que durante este tiempo todos los ciudadanos y residentes extranjeros en Australia recibieron muchas ayudas del Gobierno. Él, incluso, consiguió trabajo en una ONG que trabaja con inmigrantes, en medio de toda la incertidumbre por un programa para abrir más cargos en instituciones públicas.

Pero en los últimos meses, ha vivido en una burbuja sin coronavirus.

“La vida se tornó normal, nos quitaron los tapabocas en su totalidad y te mandaban tests gratis cada vez que quisieras”, relata Sergio.

Desde que bajaron los casos se han hecho conciertos, eventos y partidos masivos. Sergio recalca que los partidos de footie, un deporte emblemático del país, han estado repletos de espectadores, sin limitación en la capacidad de los estadios.

Sergio no ha vuelto a Colombia desde que llegó a Melbourne, pero asegura que se la pasa leyendo noticias colombianas, incluso más que la prensa de Australia, en sus palabras: “porque no logro encontrar esa conexión aún, ni tampoco me interesa encontrarla”.

Lo que más le ha chocado sobre el manejo de la pandemia entre Colombia y Australia ha sido, según él, que “el Gobierno australiano está dispuesto a darse un tiro en el pie con tal de priorizar la salud de sus ciudadanos, sin importar que eso signifique perder plata, como está pasando con una de sus principales fuentes de ingreso que son los estudiantes internacionales”, comenta.

Desde la perspectiva de Sergio, en Colombia se vive una realidad distante, en la que ve que las necesidades principales de la gente no son atendidas.

Diego Camelo, otro becario, está viviendo en Queensland mientras hace un doctorado en Ingeniería, a donde llegó justo antes de que arrancara la pandemia.

“Un latino podría pensar que el manejo que ha tenido Australia de la pandemia es rígido, pero al final resulta que aquí ya no hay covid”, dice Diego. Para él, es un país en el que el gobierno y las personas se comprometen con las normas.

Hace poco llegó de bucear de la Gran Barrera de Coral al norte de Australia. En donde, según cuenta, pudo vivir unas vacaciones normales: clubs, bares y restaurantes abiertos, sin aforos ni tapabocas. Ya ni en los gimnasios es necesario llevar máscara.

“Si me preguntan, diría que el mejor país para vivir esta pandemia es Australia”, dice.

En términos de vacunas, Sergio y Diego están de acuerdo en algo: los australianos son escépticos de vacunarse, no le ven la necesidad por la poca cantidad de contagios, lo que ha hecho que el Gobierno le tema aún más a abrir las fronteras.

Sin embargo, a ambos los encierran cada vez que hay un brote de casos. “En un momento nos encerraron por cuatro días por un solo caso de covid en Queensland, solo por un contagio”, dice Diego.

Hace un par de semanas hubo un pico de nuevos casos en Melbourne, por lo que volvieron los tapabocas, la cuarentena y el cierre de movilidad entre estados. Por 26 casos en una ciudad de más de 6 millones de habitantes se regresó al punto de partida. 

Pero según cuentan los becarios, confían en que la respuesta rápida significará una vuelta a la vida sin restricciones en un abrir y cerrar de ojos.