No se trata de speak english o de parler français, la internacionalización de los territorios debe empezar a ser concebida por los gobiernos locales como una estrategia seria de gestión y administración. Entonces ¿de qué se trata? 

Que hoy podamos comunicarnos desde cualquier parte del mundo en tiempo real; viajar con mucha más facilidad; tener rápido acceso a bienes y servicios que se producen en otros países y poder intercambiar fluidamente a través de las redes sociales, son algunos de los efectos que ha traído consigo el proceso de globalización. No percibir las distancias como sinónimo de obstáculos ni las fronteras como sinónimo de límites. 

En este contexto, la internacionalización de los territorios se vuelve cada vez más necesaria; pensarnos una ciudad para el mundo no significa dejar de lado las necesidades locales, que no son pocas, sino empezar a pensar cómo estas pueden encontrar posibles soluciones más allá del entendido nacional.

No sólo en Colombia, sino en la mayoría de países del mundo, la tarea de establecer relaciones internacionales se concibe como una que le pertenece naturalmente al Estado central. Es casi una regla: construir líneas de política exterior es trabajo reservado para el presidente, los ministros o la Cancillería. La diplomacia, o simplemente la acción internacional en su sentido más amplio, no se percibe como un asunto de participación o construcción social; pero, sobre todo, no se percibe como una herramienta asequible a los territorios. 

Sin embargo, esta idea ha empezado a re- evaluarse, dando cabida a diversos actores dentro de la comunidad internacional; se ha abierto gradualmente una puerta de entrada para nuevas agendas, intereses y formas de relacionamiento. La globalización ha traído no sólo un sinnúmero de ventajas en términos de comunicación, contacto, movilidad e intercambio, sino que también ha universalizado ciertos fenómenos sociales para convertirlos en asunto de todos. Es el caso de los temas medioambientales, las crisis migratorias y la (in) seguridad, por citar algunos ejemplos. 

Gracias a la configuración de este nuevo escenario, actores como las Organizaciones No Gubernamentales (ONGS), las empresas, los colectivos de la sociedad civil y los mismos ciudadanos, han diseñado estrategias para una exitosa inserción en el escenario internacional; sus intereses han encontrado eco en otras latitudes, posibilitando la construcción de redes de trabajo e intercambio. De la misma forma, al lado de ellos, se encuentran las entidades territoriales, esto es, para el caso colombiano: departamentos, distritos, municipios y territorios indígenas, las cuales figuran de manera cada vez más activa en el panorama global.

El nivel local comienza a cobrar protagonismo en el diálogo internacional no sólo impulsado por la globalización, sino también gracias al proceso de descentralización por el que transitan actualmente diferentes países. La descentralización se concibe, para estos efectos, como una vía a través de la cual las necesidades y preferencias locales pueden ser correctamente diagnosticadas, legítimamente expresadas y eficazmente resueltas por el nivel de gobierno más cercano[1].

Es así como, motivadas por este doble proceso globalización-descentralización, las diferentes entidades territoriales han encontrado interlocutores válidos en otras partes del mundo y han decidido trazar líneas de acción para 1)dinamizar y darle valor al territorio; 2)atraer inversiones extranjeras; 3)recibir recursos provenientes de cooperación internacional; 4)lograr intercambios culturales, académicos y técnicos y 5)construir sentido de pertenencia e identidad entre los ciudadanos. 

Cada vez es más común escuchar que una ciudad “estableció un hermanamiento” con otra; que “la delegación de un Departamento visitó otro país”; que los alcaldes de una y otra ciudad “definieron acuerdos de cooperación” o que “acordaron apoyo en materia de”. No es que el Estado haya sido reemplazado por los territorios en su labor diplomática, sino que esta cuenta ahora con canales diversificados para la atención de necesidades específicas y el cumplimiento de objetivos puntuales. Este conjunto de estrategias y acciones aparecen en términos de “internacionalización de los gobiernos locales”, “procesos de cooperación descentralizada” o “acción internacional de las entidades territoriales”. 

En Colombia, este tipo de experiencias son todavía escasas; pocos gobiernos locales han tomado la decisión de construir una política pública de internacionalización o de iniciar procesos de cooperación descentralizada a pesar de las múltiples potencialidades de nuestros territorios. Si bien es un proceso que encuentra en nuestro contexto político, jurídico y social unas características particulares, es necesario que se comience a concebir como una herramienta útil de gestión, como una plataforma real para el desarrollo local en nuestro país.

 


[1]Para el caso colombiano, el esfuerzo por reconciliar la idea de Estado unitario y autonomía local a través del proceso descentralizador, inicia en la década de los 80 con pasos hacia la descentralización fiscal – administrativa, y se consolida explícitamente con la Constitución del 91, esperando un desarrollo legal posterior. 

 

CGLU- Ciudades y Gobiernos Locales Unidos/ Global Observatory on Local Democracy and Decentralization (GOLD)/ Sciences Po Grenoble, Francia. Internacionalista y politóloga de la Universidad del Norte. Miembro de la red de investigación RESTEP (Réseau transatlantique sur l’Europe politique). Miembro...