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Sobre cómo lograr el uso público de los Cerros Orientales en un equilibrio entre su protección y la protección de la salud de los bogotanos.

Cuando enfermamos acudimos a un médico o a un hospital. Subimos a caminar a la montaña para ser felices en contacto con la naturaleza y para cuidar nuestra salud sin tener que ir al médico o al hospital.

Podemos decir entonces que en la quebrada La Vieja y en otras cuencas a lo largo de los Cerros Orientales, más que senderos tenemos puestos de salud preventiva y que en las 13.000 hectáreas que tiene la Reserva Forestal y en los cerca de 25 senderos semejantes a La Vieja que descienden a la ciudad a lo largo de las cinco localidades Bogotá cuenta con un gran sistema de salud preventiva para que todos tengamos cerca de nuestras casas la posibilidad de ponernos cotidianamente en manos de la naturaleza mejorando nuestra salud y calidad de vida.

Hoy cualquier bogotano se encuentra a menos de 45 minutos en transporte público de algún sendero para hacer ejercicio físico y tener contacto con la naturaleza.

Concluimos entonces que aunque la posibilidad del uso público de los senderos pueda considerarse un asunto turístico es ante todo un asunto de salud pública y de inclusión social que debería ser prioritario para la ciudad, y que si se asume como tal contribuirá a una Bogotá con personas más felices y más sanas física y emocionalmente y a una Bogotá con menor necesidad de invertir en hospitales y cárceles y médicos y policías. Así de simple.

Por otro lado, cuando el contacto con la naturaleza en la montaña nos cambia la vida empezamos a sentir una relación profunda con esa montaña y si al recorrerla nos encontramos con motosierras talando árboles o trabajadores levantando construcciones donde no deben estar, lo denunciamos porque sentimos que se están metiendo con lo nuestro.

Los cerros entonces no se defienden solo con policía sino fundamentalmente con comunidad que al enamorarse de ellos hace control social en un territorio que siente como propio.

En ese sentido es cada vez más notorio el resultados del trabajo de la ciudadanía organizada que ha contribuido a que los Cerros Orientales sean cada vez más sagrados para ciudadanos e instituciones lográndose que hoy un inversionista lo piense dos veces antes de poner su dinero en un proyecto cercano a la Reserva Forestal. Recordemos Bagazal, Cerro Verde, Monte Rosales y construcciones de todos los estratos hoy detenidas gracias a ese control social.

Los senderos de los cerros también son un lugar para el encuentro con los otros y en ese encuentro descubrir que vivimos en una ciudad llena de buenas personas y que no hay razón para temernos unos a otros, y que cuando en comunidad cuidamos lo que es de todos construimos ciudadanía.

El uso público de los Cerros Orientales es también entonces un gran pretexto para que el imaginario de unos cerros que son seguros porque para recorrer sus senderos hay muchos policías que garantizan que podamos subir a recorrerlos escoltados y tranquilos lo cambiemos por otro imaginario en el que nos sentimos seguros porque podemos recorrerlos sin necesitar la presencia de la policía. Este último imaginario que podría ser juzgado como una utopía da un propósito diferente a las acciones en relación con el territorio y sus habitantes, una utopía hacia la que es definitivamente deseable orientarnos y que nos coloca ante el reto de una mayor comprensión de los cerros en su complejidad.

La buena noticia es que, recogiendo los aprendizajes de estos 11 años en La Vieja y en otros senderos y con la normatividad existente la ciudad se encuentra lista para avanzar en la puesta al servicio, de manera participativa, de nuevos senderos con una operación adecuada y cumplir así con el doble propósito de mejorar la salud de los bogotanos y cuidar la salud de la montaña al repartirse la carga de visitantes en varios senderos, permitiéndose al mismo tiempo un ejercicio más amplio del control social.

Viene a la memoria una frase de Víctor Hugo que dice: “No existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.”

Quisiéramos creer entonces que a esta idea, a la que durante muchos años los Amigos de la Montaña y otras organizaciones ambientales y sociales hemos aportado en beneficio de los cerros, de la ciudad y sus comunidades, le está llegando su tiempo.

Colombiano y bogotano. Ex-ingeniero civil e industrial. Disfruto conversar y caminar las montañas y la ciudad. Un convencido de la posibilidad de la construcción de comunidad, de identidad y de ciudadanía a partir del uso respetuoso, el cuidado y la defensa de lo público, y en particular de los Cerros...