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A propósito de incendio en la amazonia que desató el #PrayForAmazon, es necesario pensar en lo que está pasando en la amazonia colombiana, a pocos meses de la época de tala y quema.

A raíz de los incendios que se presentan en la Amazonia brasilera, hemos sido testigos durante la última semana de una gigantesca reacción mundial que incluye mandatarios, científicos, ONG, organizaciones indígenas, artistas, medios de prensa y grupos de ciudadanos de todo el planeta. Esta reacción se da tras conocerse las imágenes de los incendios que desde tierra y por satélite han sido documentados en detalle. 

Semanas antes, el presidente Jair Bolsonaro había destituido al director del Instituto de Pesquisas Espaciales (INPE), instituto responsable del monitoreo de la deforestación y con gran reputación entre los científicos mundiales dedicados a este tema. Los datos arrojados por el INPE que mostraban el vertiginoso ascenso de la deforestación no fueron aceptados por Bolsonaro y señaló que se trataba de una estrategia de desprestigio e infiltración “oenegeista”. 

En ese mismo periodo los gobiernos de Noruega y Alemania decidieron retirar los fondos de apoyo al control de la deforestación y estímulo al desarrollo sostenible, no sin que antes, Bolsonaro señalara que los fondos “deberían ser usados para reforestar Alemania”. En fin, cazando peleas perdidas. Evidenciando ignorancia y atrevimiento, cosa cada vez más frecuentes en presidentes que en el mundo se han vendido a sus electores como “fuertes”. 

Pero allí pasan otras cosas. La agenda de desarrollo rural de Brasil, no satisfecha con la transformación de Serrado brasilero (el área de sabanas naturales) ha venido presionando por la ampliación de la frontera agrícola en la Amazonia. Los estados de Para, Mato Grosso y Rondonia lideran las estadísticas de deforestación y de crecimiento de cultivos de palma, soya y ganadería. El mercado chino garantiza una demanda creciente de “commodities” que les han dado un mayor valor económico a las tierras agrícolas que a los bosques en pie. La enfermedad de los commodities se expande con fuerza a Santa Cruz, Beni y Pando en Bolivia, así como al Chaco paraguayo. 

Tierras indígenas son invadidas, así como unidades de conservación y tierras comunales; la legislación busca flexibilizar la ocupación de bosques para fines agrícolas o mineros. Grandes capitales, grupos de inversión, ven un fabuloso negocio en la transformación de la Amazonia para suplir estos mercados, cuya demanda es creciente y de largo plazo. La responsabilidad en las emisiones de CO2 en los países industrializados, aparece como una respuesta recurrente en la discusión sobre la preservación de la Amazonia. 

En síntesis, la tormenta perfecta esta dada, y las fuerzas económicas inclinan la balanza hacia la deforestación. Los incendios son muestra de la magnitud de fuerzas que se mueven para indicar que la tendencia de deforestación es creciente y no hay aún una decisión política que revierta este proceso. Cartas echadas. 

Colombia tiene una oportunidad importante en medio del desastre. 

Hay condiciones similares, pero también diferencias importantes. Existe un apetito voraz por la acumulación de tierras; hay una entrada importante de ganadería en zonas deforestadas; existen los primeros indicios del avance de palma africana en las áreas de transición de sabanas a bosque. Proyectos viales se dan, “integrando” la amazonia al centro del país; las economías ilegales y gobiernos regionales amplían la red vial terciaria. 

Resguardos indígenas, reservas forestales, reservas campesinas y parques nacionales son deforestados e invadidos. 

Sin embargo, hay una institucionalidad ambiental pública que ha luchado por revertir esa tendencia. Ha obtenido resultados importantes, a pesar de ser insuficientes. Existe un sistema de monitoreo que es confiable, fuerte y no se ha politizado. 

Hay organizaciones sociales, indígenas y campesinas que han mostrado su capacidad de manejo territorial y de optar un desarrollo que no implique la deforestación total de la Amazonia. 

La cooperación internacional está comprometida y tiene lazos de trabajo con el gobierno, las ONG y las comunidades. El sector privado, en particular el palmero, ha dado señales de no estar interesado en entrar en la Amazonía, en las zonas de exclusión ambiental o cultural. 

A pesar del caos vial existe una discusión sana sobre el modelo de transporte para la amazonia y ello es evidente en el Plan Maestro Intermodal de Transporte. El sector agricultura, ambivalente, no prioriza aún el desarrollo forestal como eje articulador de la intervención regional. 

Adicionalmente, la ausencia de una política de formalización de tierras, la demora en la implementación del catastro multipropósito han sido la plataforma perfecta para estimular el mercado informal de tierras y la acumulación indebida de baldíos. 

El sector petrolero se recuesta en el occidente amazónico, aún lejos de la frontera de deforestación, con excepción de lo que ocurre entre el alto Putumayo y bajo Caguán. La minería espera su oportunidad en los enclaves de Coltán del Guainía, de oro en Vaupés y de Cobre en Putumayo. 

El sector Defensa apuesta por Artemisa, una estrategia que requiere real integración interagencial y donde lo persuasivo debe ser la última opción. El control territorial para el ejercicio institucional y la participación social debe ser la prioridad. Ojalá se entienda. Y el manejo de los cultivos de coca puede ser un detonante aún mayor de no tener la capacidad de asegurar la presencia de Estado de manera persistente y responsable. 

¿Y los chinos? Sí, aquí también, empiezan a jugar un papel clave. ¿Quién puede asegurar una demanda de carne y aceite de palma que consolide este sector? ¿Quién puede ofrecer capacidad financiera y operativa para avanzar en proyectos de infraestructura de alta prioridad en la agenda política? ¿Quién tiene demanda de minerales (como Coltán) y petróleo crecientes? Obvio, empresas estadounidenses, brasileras y de otras latitudes también hacen parte del cóctel y de la búsqueda incesante de tierras baratas y de fácil acceso, para el desarrollo de “agronegocios”. Colombia, destino de cazadores de tierras. Y la Amazonia en la mira. 

Algo adicional sucede: una movilización ciudadana sin precedentes. Una reacción masiva, genuina de preocupación. Los medios de prensa se demoran unos días en comprender la magnitud del fenómeno social. Hasta que hace erupción. Las redes se llenan del tema. Se convocan plantones, se citan estudios, hay seminarios, en fin, ebullición total. 

El presidente se pronuncia y todos los sectores políticos coinciden en l necesidad de atender la emergencia. Por fin, algo que nos convoca nos une, y motiva una reacción general. 

Aquí hay capital político. Puede ser un elemento que se incorpore en la agenda política de los candidatos en la contienda electoral. Puede ser una fuente importante de debate legislativo para dotar de herramientas al país para los retos que se avecinan. 

En pocos meses, viene la época de tumba de bosques, para posteriormente ser quemados en el verano. Es el momento de que esta reacción social, esta sensibilidad política, y esta coincidencia social en la defensa de los bosques y la amazonia se conviertan en un elemento de presión decisivo, en la actuación interagencial para el control de la deforestación, así como en una participación en la presión sobre los sectores productores de alimentos, empezando por la carne y derivados lácteos, de manera que se certifique su procedencia de áreas no deforestadas. 

Es momento de hacer seguimiento a los planes de desarrollo municipal y departamental de los nuevos mandatarios y su relación con la ampliación o no de la frontera agrícola. Es momento de dar el giro y priorizar la economía forestal como pilar del desarrollo económico. Es fundamental proteger y recuperar los territorios indígenas que han sido ocupados ilegalmente. Es hora de poner en la mesa la necesidad de garantizar derechos de acceso a la tierra y al uso del bosque como base para un proceso de gobernabilidad fuerte, basado en la participación social. 

Increíblemente, el espejo de la tragedia brasilera nos abre enormes posibilidades de construcción conjunta, de revisar alertas tempranas sobre lo que puede suceder, ya no de manera especulativa sino con un ejemplo concreto de errores que no debemos cometer. 

Es hora de actuar, con la misma decisión de estos días, por la amazonia colombiana.