El alboroto que se armó a raíz del secuestro de dos policías en Pradera (Valle) por parte de  las Farc pone al general Óscar Naranjo en una situación muy incómoda, porque cada vez tendrá más presión para decidirse entre seguir apoyando el esfuerzo de paz aunque signifique nuevos secuestros de policías, o retirarse y terminar en la orilla de los opositores al proceso, encabezados por Uribe.

El alboroto que se armó a raíz del secuestro de dos policías en Pradera (Valle) por parte de la columna móvil Gabriel Galvis de las Farc pone al general Óscar Naranjo en una situación muy incómoda, porque cada vez tendrá más presión para decidirse entre seguir apoyando el esfuerzo de paz del presidente Juan Manuel Santos aunque signifique nuevos secuestros de policías, o retirarse y terminar en la orilla de los opositores al proceso, encabezados por el ex presidente Álvaro Uribe.

En septiembre del 2012, Uribe criticó el ingreso de Naranjo y del general Jorge Enrique Mora a la mesa de negociación y preguntó qué harían si seguían los atentados contra los soldados y policías. Las Farc seguramente entienden esta disyuntiva y la aprovechan como un incentivo más para cometer estos crímenes.

Este secuestro deja a Naranjo en una encrucijada. De una parte, su compromiso con Santos y con la negociación hacen que no la resulte tan fácil renunciar a la primera dificultad. Pero, de otra, su vinculación con la Policía (que no es solo por su larga carrera sino porque su padre también fue oficial) hace que no le quede tan fácil tragarse el sapo de seguir sentado con los negociadores de la guerrilla, que reivindicaron su ‘derecho’ a seguir reteniendo solados y policías.

Para Santos tener a Naranjo en la mesa es fundamental porque es le da legitimidad a la Mesa por sus conocimientos del conflicto y del narcótrafico y también porque es una forma de darle garantías a las Fuerzas Militares. Pero también porque como explicó en su momento La Silla, Naranjo podría llegar a ser uno de los posibles candidatos presidenciales del uribismo.

No solo trabajó muy cerca de Álvaro Uribe, sino que fue gracias a éste que su carrera retomó fuerza en 2002 y que llegó a la dirección de la Policía en 2007. De hecho, era tan cercano a Uribe que éste le encargó de todo tipo de funciones, como contó La Silla.

Pero Naranjo también ha sido muy cercano a Santos, quien era Ministro de Defensa cuando Naranjo llegó a dirigir la Policía y quien lo ascendió a general de cuatro soles, un cargo que antes no existía. Encima, el encargo de ser uno de los negociadores con las Farc demostró que Naranjo se la jugaba por la propuesta de Santos.

Santos no se puede dar el lujo de que eso cambie.

El efecto Naranjo

Naranjo ha intentado mantener buenas relaciones con Santos y con Uribe y aunque hasta ahora no ha reaccionado al secuestro de los dos policías, tiene cómo irse para cualquiera de los dos lados.

Primero, porque su hoja de vida y su imagen le dan el capital político suficiente para tomar cualquier decisión, incluyendo la de retirarse de los asuntos públicos. Aunque no ha sido incluido en las encuestas más recientes, Naranjo salió de su cargo con una favorabilidad muy alta (en mayo de 2012 era del 81 por ciento, según Gallup), superior a la de Uribe.

Segundo, porque se ha mantenido cerca de Santos pero se ha cuidado de pelearse con Uribe. Por ejemplo, forma parte de la Comisión Asesora de Política Criminal que acaba de nombrar el Gobierno para revisar la política antidrogas del país, pero no ha dicho si apoyo o no la despenalización, que es uno de los puntos que separan a Santos de Uribe.

Finalmente, en el caso del general Santoyo, en el que Santos y Uribe se han lanzado críticas de frente, Naranjo ha optado por asumir parte de la responsabilidad por haber apoyado el ascenso del condenado oficial pero se cuidó de señalar a Uribe: dijo que Santoyo había usado el nombre del entonces presidente para pedir la dirección del Gaula y que él no le contó a Uribe que Santoyo estaba usando su nombre.

Por eso Naranjo sería una carta muy atractiva para el uribismo de cara a las elecciones presidenciales, especialmente porque los actuales precandidatos del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga y José Félix Lafaurie, son menos conocidos, están más identificados con el uribismo más duro y despiertan menos emoción.

Naranjo puede alejarse del proceso con las Farc sin sufrir mucho, especialmente si se le compara con Santos. Mientras el presidente se la jugó a fondo por el proceso, Naranjo puede mostrar que estuvo sentado en pocas ocasiones por cuenta de sus compromisos en México y además tiene su hoja de vida de lucha contra el crimen para seducir a los votantes más de derecha.

Pero su paso por el proceso y su buena imagen le servirían para posicionarse entre votantes más de centro, a los que difícilmente les llegan los otros posibles candidatos uribistas. Y podría cambiar la idea de que la principal apuesta del uribismo está en llegar con fuerza al Congreso para convertirse en una verdadera amenazas en las presidenciales.

El problema es que las revelaciones de Wikileaks mostraron que Naranjo le filtraba información a la embajada de Estados Unidos, incluyendo datos sobre episodios como las chuzadas del DAS. Eso dejó a Naranjo muy mal parado con algunos sectores del uribismo, como lo mostraron las críticas de José Obdulio Gaviria, lo que debilita la opción de que sea la carta del uribismo – pero no la posibilidad de que renuncie a ser negociador.

A qué juegan las Farc

Con el secuestro de los dos policías, además de poner a Naranjo en una encrucijada, las Farc combinan la carta humanitaria (que mostraron con su tregua unilateral) con la de la fuerza, como se vaticinó en diciembre.

Hasta ahora, la escalada no ha incluido actos más espectaculares, como tomas de pueblos o actos de terrorismo urbano. Eso puede obedecer a varios motivos.

Uno es que las columnas móviles, que son las fuerzas de choque de la guerrilla y quienes tienen más contactos urbanos, sí le están jugando al proceso de negociación. “Aunque es una hipótesis muy arriesgada, porque un solo atentado la puede derrumbar, es lo que se entiende de que hayan acatado la tregua” dice Jorge Restrepo, director del Cerac.

Otro, que las Farc están en una difícil posición en la que no tienen fuerza militar suficiente para hacer grandes ofensivas, pero recurrir al terrorismo les podría quitar lo que han ganado políticamente gracias a la negociación. “Lo mejor del proceso de negociación es que está desnudando a las Farc” le dijo a La Silla el analista y blogger Román Ortiz.

Aunque sea una discusión que parezca semántica, las Farc han dicho reiteradas veces que a lo que renunciaron es al secuestro extorsivo y no a lo que ellos llaman la captura de prisioneros de guerra. Iván Márquez dijo que los negociadores respaldan esa acción de la columna Gabriel Galvis, una señal de unidad en la guerrilla que también advierte que continuar la negociación en medio de la guerra puede llevar a más secuestros de policías o a otras acciones militares – lo que significaría más presión sobre Naranjo. Sobre todo porque el secuestro es un crimen que ha calado muy hondo entre los colombianos y produce un gran rechazo.

Precisamente porque el secuestro es un tema tan sensible para la opinión pública y le puede quitar todo el apoyo de la población, el Gobierno se ha movido. El asunto tuvo tal grado de importancia que aunque el Gobierno generalmente guarda silencio sobre los comunicados de las Farc, decidió revirar, lo que de por sí alborotó el avispero. Humberto de la Calle se pronunció ayer en una declaración formal (y repitió su mensaje esta mañana), reiterando la posición del gobierno.

En últimas, todo este episodio deja en evidencia la vulnerabilidad del proceso de paz y su potencial para cambiar todo el tablero para las elecciones de 2014.

Nota de la Editora: después de publicada esta historia se le hicieron modificaciones a las 5 p.m. para hacerle algunas precisiones.

 

Fui usuario y luego periodista de La Silla Vacía. Tras más de una década haciendo de todo en esta escuela de periodismo, de la que fui director editorial, me fui a ser lector y SuperAmigo. Ahora me desempeño como redactor jefe de El País América Colombia.