Un día después de conocerse la propuesta de revivir la inmunidad parlamentaria, aún no atino a responder si semejante adefesio es producto de la ingenuidad, la estupidez o el cinismo del Presidente del Congreso, Juan Manuel Corzo, el papá de la criatura.

No logro entender cómo es que un senador, que es la cabeza de una de las tres ramas del poder público en Colombia, que está siendo investigado por la Corte Suprema de Justicia por presuntos vínculos con grupos paramilitares se atreve a proponer una Ley que lo beneficia directamente. ¿Está loco el hombre? ¿No midió las consecuencias de su inaceptable propuesta? ¿Qué esperaba el señor Corzo que le iba a decir el país? ¿Acaso que lo iba a aplaudir?

Pues no. Es que la idea es malísima, los colombianos relacionamos automáticamente inmunidad con impunidad. ¿El momento? El peor, por estos días, cuando el país adelanta una cruzada contra la corrupción, salir a plantear que los congresistas quieren licencia para delinquir es un suicidio.

¿La forma? Más perversa imposible. La propuesta fue presentada el 20 de julio incluido dentro de un Proyecto de Ley que buscaba rescatar la segunda instancia judicial para los parlamentarios.

¿Y el vocero? Nadie menos que el investigado Presidente del Congreso que, para colmo de males, es mal hablado y cree que el asunto es regañando a los periodistas y culpando a la prensa de ignorante y mal intencionada.

Quizá la explicación a tanta torpeza esté en lo que andan diciendo por ahí personas maliciosas según las cuales el proyecto de Ley presentado por Corzo es producto de la presión que ejercen desde La Picota los políticos presos por parapolítica, la intención del  Partido Conservador de impedir las investigaciones de la mayoría de sus miembros por irregularidades con bienes de la DNE o el precio que tiene que pagar por su elección en la Presidencia del Congreso.

Si alguien necesita un ejemplo de la peor manera de presentar una propuesta política, ahí la tiene.