Hace algunos meses se discutía en Centroamérica acerca de las bondades y riesgos de los proyectos hidroeléctricos. Algunos conocedores de tales temas exponían sobre lo catastrófico que han resultado para la naturaleza y para la humanidad este tipo de iniciativas porque significan, en la mayoría de los casos, trastornos culturales y cambios irreparables a los ecosistemas. Y la atención se centró en Urrá I, proyecto colombiano.
Hace algunos meses se discutía en Centroamérica acerca de las bondades y riesgos de los proyectos hidroeléctricos. Algunos conocedores de tales temas exponían sobre lo catastrófico que han resultado para la naturaleza y para la humanidad este tipo de iniciativas porque significan, en la mayoría de los casos, trastornos culturales y cambios irreparables a los ecosistemas. Y la atención se centró en Urrá I, proyecto colombiano.
Ubicada sobre el valle del río Sinú, Córdoba, otrora uno de los más fértiles de Colombia, esta hidroeléctrica se constituye en uno de los ejemplos a no repetir: generó desplazamiento forzado y desalojo de comunidades indígenas, con la consecuente amenaza de desaparición de su cultura; cambios en los microclimas, sedimentación acelerada del embalse y deforestación de la cuenca, desaparición de especies acuáticas. En síntesis, empobrecimiento del valle.
Pero ¿cómo se tramitó Urrá? Pues la construcción del proyecto arrancó sin el cumplimiento de los requisitos legales exigidos por las normas colombianas. Y se le concedió permiso de llenado antes de obtener la licencia definitiva, a pesar de la oposición de los pobladores e indígenas, quienes además fueron perseguidos. Y ¿quién se encontraba al frente de lo ambiental en Colombia? Juan Mayr, quien a sabiendas del caos que se venía para la región, autorizó la continuación de los trabajos, lo que generó que cerca de un centenar de científicos, profesores y organizaciones ambientalistas del mundo suscribieran una carta de protesta y le solicitaran modificar su posición al respecto.
Y ya vamos en Urrá II.
Así que si Mayr es de nuevo ministro, y con las perspectivas de país minero en que se está convirtiendo Colombia, ya sabemos para dónde va la apuesta ambiental de Santos.