Por Luis Fernando Gamboa

Profesor Economía- Universidad del Rosario.

La discusión sobre los determinantes de la calidad de la educación o los factores asociados al logro educativo continúa hoy en día sin que podamos encontrar la manera de impulsar la calidad a unos niveles comparables con los países desarrollados. Se ha mejorado, pero no se ha logrado dar el salto en calidad. Recientemente, la discusión  sobre la importancia del profesor y al mismo tiempo sobre sus debilidades ha retornado al debate. Temas como la falta de reconocimiento social del mismo, la baja capacidad de atracción de las licenciaturas y la creencia de la inviolabilidad de los derechos adquiridos terminan generando problemas hacia este importante factor educativo. El resultado es que la capacidad de selección de los programas de licenciatura se reduce y los profesores terminan siendo quienes tienen resultados inferiores en competencias básicas con respecto a otros profesionales en pruebas como SABER PRO.

Paralelo a esto, si los puntajes obtenidos en las pruebas académicas en nuestro país evidencian un rendimiento superior en colegios privados aunque en muchos casos la cualificación promedio de los maestros pueda ser menor que la de los colegios públicos, qué puede estar pasando?.  A continuación enumero algunas hipótesis.

La primera. Los colegios privados tienen la capacidad de seleccionar la calidad y la cantidad de los alumnos. Esta situación redunda en que pueden ajustar sus tecnologías de enseñanza de una manera más precisa a sus objetivos que los colegios públicos. Idea nada nueva, pero esencial para comprender la siguiente hipótesis.

La segunda hipótesis se desprende de la primera. Una vez el colegio ha utilizado sus mecanismos de selección, es posible que aquellos estudiantes por debajo del rendimiento esperado afecten el rendimiento general del grupo. Ante ello, la alternativa utilizada por los colegios, y cada vez más frecuente, es recurrir a un “insumo invisible”: el mercado de las terapias. Los colegios públicos no pueden restringir la continuidad por esta razón y, a la vez, tienen poblaciones más extensas y heterogéneas con menor capacidad de gasto.  

Hoy en día, no existe un censo de este tipo de instituciones en el país pero su demanda crece tanto formal como informalmente por recomendación de las instituciones. “Recomendar” la demanda de este tipo de servicios es más fácil en los colegios privados,  por su costo y su obligatoriedad para garantizar el cupo. Los gastos efectuados por padres de familia en este tipo de servicios no son despreciables. Una consulta en un centro formal de terapias puede fluctuar entre los 30 y los 60 mil pesos por media hora de tratamiento compartido con otros niños. Consultando con algunas instituciones, tanto ocupacionales como de lenguaje, es difícil que un niño corrija las deficiencias diagnosticadas en el colegio con menos de 30 terapias.

Para los padres de familia de colegios públicos, donde es más frecuente una menor capacidad adquisitiva, la alternativa es la EPS. Pero para estas instituciones, el negocio es tan poco rentable que ponen uno o dos sitios máximo en ciudades como Bogotá, con la consecuente congestión de la demanda. El costo de transporte y de espera puede ser superior al costo efectivamente pagado por el servicio.

Visto lo anterior en perspectiva y siendo consciente de no tener una lista exhaustiva de explicaciones, los centros de terapia formales (y los informales) están ayudando a incrementar la brecha privado-público y a esconder en parte los problemas de calidad de los profesores, sobretodo de colegios privados.

Esta es una razón más para justificar por qué si requerimos que dar reconocimiento a los profesores, ellos deben hacer público su nivel de competencias participando en un modelo permanente de evaluación de su quehacer y no quedarse protegiendo rentas adquiridas. Otra alternativa en línea con lo propuesto con el Alcalde actual sería incrementar los medios de soporte para los estudiantes con dificultades.