Cuando busco a subo el volumen y entrecierro los ojos. Me concentro. Habla sobre un mito de los Andoques, menciona unas hachas y hace un silencio. Nos invita a reflexionar sobre la restitución y la justicia. Para. Se devuelve y menciona algo sobre puntos focales y de la contra-contra-reforma agraria. Para otra vez. Sigue con el tema de las narrativas, de vivencias premonitorias y de como le dijo a los polvoreros que se pusieran a vender lápiz labial para hombres . En el minuto tres estoy perdido y de ahí en adelante es como estar de Björk.

Nunca he entendido lo que dice Mockus, ni tampoco los videos de Björk. Ambos parecen recién bajados de un platillo volador. Son moscos en leche, perros a cuadros, freaks. Pero es la islandesa más famosa después de Leif Eriksson y Mockus está de segundo en las encuestas para presidente de Colombia. ¿No se suponía que tocaba llegarle al común denominador? ¿No tenían que hablar “como el pueblo” o usar poncho y sombrero vueltiao? ¿Cómo pueden estos bichos raros establecer un nexo con la gente?

La conexión de Mockus con sus fans no se debe a las propuestas de ingeniería social, a los performances pedagógicos o a sus discursos incomprensibles. La gente sigue a Mockus -y a Bjork- porque son raros. Mientras los otros candidatos se esfuerzan por parecer “gente común y corriente”, Mockus se muestra como es, un profesor excéntrico que dice lo que piensa. Mientras un político habla con fluidez, Mockus se tranca todo el tiempo. Donde un político usa frases efectistas, preparadas y simples; Mockus recurre a las metáforas, las abstracciones y jerga académica. Mockus no interpreta un rol y es tan raro que no puede ser un político. Y a la gente no le gustan los políticos.

va por el mismo lado. Toma brennivín con tiburón podrido, va a los Oscar vestida de cisne muerto y cuando le preguntan por el diseñador dice “lo fabricó mi mejor amiga en Reijiavik”. Rara. Rarísima. Aun así, la aman y le llega directo a millones de personas desde Manchester hasta Melgar. Si Bjork fuera política sería Mockus.

Detrás de toda la cháchara mockusiana y sus charadas pedagógicas queda un tipo transparente. Alguien que reconoce sus errores y tonterías, que pide perdón, que sonríe en la mitad de una respuesta (tal vez porque tampoco entiende lo que dice) es, sin duda, un político raro. Y esa rareza en mundo de jugadas calculadas inspira confianza y rompe el hielo. Lo mismo va con Bjork.

P.S. Dos buenas parodias: y