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Para Bogotá, tener árboles más altos y con mayor densidad es un servicio ecosistémico que reduce el crimen. Tener espacios verdes, en cambio, no lo afecta.

Si los árboles fueran seres humanos, ¿cómo serían? Sin duda, los habría intensos como la maleza, que sabiamente emplearían los directores de call centers. Otros, con espíritu de Redwoods, al igual que Amparo Grisales y Keith Richards, envejecerían una y mil veces, pero siempre con la seguridad de perdurar en la historia así sea por el arte de la clonación. Habría uribistas, petristas, centristas y fanáticos de fútbol, todos sin duda con reproducción por esporas.

La pregunta, aparentemente lugar común y desgastado, es pertinente en tanto que convivimos con estos seres, que a veces olvidamos están vivos, y que juegan un papel ecosistémico en la ciudad. Con varios colegas, nos dimos a la tarea de evaluar el rol cívico del arbolado urbano, y en particular si sus características están relacionadas con los homicidios bogotanos. Recientemente nos publicaron un artículo en la revista académica Land Use Policy, que acá se puede ver y descargar. 

Gracias al Jardín Botánico, obtuvimos el censo del arbolado público, y de Los Andes y el CESED recibimos un listado de asesinatos. Con un análisis estadístico espacialmente ponderado analizamos las posibles relaciones que hay entre ambas bases de datos.

Resultados:

Al igual que los humanos, los efectos de los árboles no son homogéneos ni deben ser entendidos con una norma general, pero en resumen, se podría decir que para Bogotá tener árboles más altos y con mayor densidad es un servicio ecosistémico que reduce el crimen, mientras que tener espacios verdes, en cambio, no lo afecta.

Este estudio, en nuestro entender, es el primero que mira la estructura vegetal (no solamente la cobertura, sino altura, diámetro, y otros parámetros de ecología) y su efecto sobre variables sociales. No todos los árboles tienen el mismo efecto, ni el efecto es igual en todos los rincones de Bogotá.

Sin embargo, este estudio sí es un precedente para entender el papel del entorno ambiental en el bienestar de los ciudadanos. Nos parece particularmente importante dada la coyuntura política de la ciudad, pues es importante entender la ciudad como un ecosistema, donde los árboles no solamente brindan refugio y cobertura a los animales, sino también cumplen un papel cívico en las interacciones que tenemos los humanos.

Bogotá cuenta con una historia de paisajismo en la cual el censo del arbolado urbano tuvo una curaduría muy selecta (si no estoy mal, a cargo de un japonés), que más allá de tener algunos resultados inesperados, definió el carácter de la ciudad.

Dado que encontramos una relación entre los lugares con árboles más altos y frondosos y menos homicidios, sería interesante que desde la administración de la ciudad se considere el arbolado urbano una cuestión de salud pública, pues no solo este, sino muchos estudios desde diversos lugares del mundo, cada vez más refuerzan la idea de que los árboles generan bienestar.

Algunas imágenes de la distribución de variables y las relaciones encontradas con los modelos geográficos a continuación, y para los más entusiastas, el artículo completo puede ser descargado acá:

PS. Además del gusto de publicar en temas que me parecen interesantes y con necesidad urgente de investigación académica, el artículo me permitió colaborar con colegas que admiro mucho, y quiero destacar a 2 en particular: 1. Francisco Escobedo, líder del proyecto, cuya lista de publicaciones en el tema de arbolado urbano es absolutamente abrumadora. 

Y Cami Bohorquez, cuyo análisis del conflicto armado en Colombia es lo más creativo que he visto en mucho tiempo (publicado en Nature y Physical Review), y una de las mentes que mejor entiende la problemática de la violencia en Colombia.

Profesor asistente de la Universidad del Rosario. Estudió antropología pero también tiene conocimientos en epidemiología y en caricatura.Su aréa de interés principal es el uso de datos para estudiar fenómenos sociales.