Foto: Adelaida Ávila

El análisis territorial muestra comportamientos estructurales en las elecciones que van más allá de lo que muestran las encuestas, dice el profesor Yann Basset.

A propósito de su reciente artículo sobre las claves que explican los resultados del plebiscito, La Silla Académica habló con Yann Basset, Director del Observatorio de Representación Política de la Universidad del Rosario y experto en análisis electoral, sobre algunos comportamientos que se están viendo en los territorios desde las elecciones de 2014 y que se prevé que se mantengan este año. Dan cuenta de una polarización territorial que va más allá de las explicaciones coyunturales que dan las encuestas.

LSA:¿Son normales los niveles de abstención en Colombia?

Yann Basset: Hay un consenso relativamente amplio sobre un nivel alto, pero podría estar artificialmente inflado porque a diferencia de otros países en que hay que hacer un proceso adicional que no todo el mundo hace y por eso su base de electores es menor, en Colombia todas las personas mayores de 18 años quedan inscritas, automáticamente, en el registro electoral. Además es posible que el censo electoral esté inflado, pero eso lo sabremos con el censo poblacional que está haciendo el Dane.

LSA: ¿Por qué la gente vota más a Congreso que a Presidente?

Y.B.: Fue el caso en 2014, pero no lo es es siempre. Colombia es de los pocos países que conozco donde la gente vota más en las elecciones locales que en las nacionales, porque se activan redes de sociabilidad ya que la gente tiene casi siempre un familiar, un amigo o conocido aspirando a algún cargo, por ejemplo como concejal. En las presidenciales, a medida que nos acercamos más a la capital hay mayor participación y a medida que nos alejamos la gente se siente menos identificada con la figura del Presidente y más con el Congreso. Regiones como el Caribe y, al otro extremo, como Nariño, ponen más votos para congresistas que para presidente.

LSA: ¿Quiénes votan menos?

Y.B.: En un estudio reciente que hicimos mesa por mesa encontramos que los que menos participan, de lejos, son los jóvenes pobres urbanos; los estamos perdiendo para la democracia, en cualquier tipo de elección no participan y la consecuencia de esto es que son un poco los olvidados de las políticas públicas después porque tampoco les interesan a los políticos.

LSA: ¿Por qué son los que menos participan?

Y.B.: No es un fenómeno propiamente colombiano porque es una tendencia en todos los países.

Hay un cambio generacional que hace los comportamientos colectivos cada vez más frágiles y volátiles, sumado a una crisis generalizada de los partidos y de la autoridad que se acentúa en los jóvenes. Y cuando además son pobres y están en los centros urbanos, tienen problemas para integrarse en redes familiares, sociales, laborales, por lo que es más difícil para ellos hacer movilizaciones colectivas.

LSA: ¿Por qué la gente no vota en general?

Y.B.: La cuestión debería ser por qué una persona consideraría que su voto, que es uno de 36 millones, es importante y que, por tanto, es muy racional votar.

La explicación de por qué participamos a pesar de que en el fondo nuestro voto no hace la diferencia no es principalmente porque queramos ganar o hacer prevalecer nuestros intereses personales, sino porque a través de las elecciones se están construyendo identidades colectivas, y uno vota para tratar de reafirmar esa identidad, para adherir a ella.

LSA: En un clima polarizado como las presidenciales de 2014 y el plebiscito usted señala que la abstención fue grande. ¿Eso quiere decir que la polarización no ayuda a que la gente salga a votar?

Y.B.: La polarización ayuda a reforzar las identidades colectivas. Una persona es petrista pero también antiuribista, y ambas identidades se refuerzan entre sí. Así funciona en general el famoso voto “de opinión”.

Es un canal de movilización que domina actualmente, pero probablemente ni siquiera moviliza a la mayoría. Por eso hay posibilidad de generar otro tipo de adscripciones en el electorado. En todo caso, es difícil porque lo que vemos desde 2014 es que es la “fractura” uribismo/antiuribismo la que domina el panorama electoral en los territorios.

La etiqueta “uribismo/antiuribismo” merecería introducir muchos matices, pero es la más práctica, siempre que recordemos que hablamos de identidades territoriales y que las ideologías y personas son apenas manifestaciones de ellas. No son lo esencial acá.

LSA: ¿Es posible que Petro pueda revertir la abstención?

Y.B.: La mayor fortaleza de Petro es que ha logrado posicionarse con éxito sobre la fractura uribismo/antiuribismo. Sin embargo, esto lo somete a limitantes y desafíos en lo territorial como la abstención, porque la vertiente antiuribista ha mostrado no ser consistente en la participación.

Por eso el voto Petro es muy frágil. Es complicado mantener el ritmo a tres meses de la elección presidencial sin una organización detrás.

Él tiene una gran incapacidad para actuar colectivamente que mostró cuando fue Alcalde. Tenía en su equipo a gente de peso y terminó peleándose con todos. Esa me parece que es su mayor limitante, más que una supuesta radicalidad.

Adicionalmente, el comportamiento electoral que mostraron las zonas que votaron en la segunda vuelta por Santos y votaron Sí en el plebiscito (zonas antiuribistas), como la zona “periférica”, las costas, Bogotá y el sur del país, son precisamente las más inconsistentes en su participación electoral.

Si yo fuera Petro, por ejemplo, haría campaña no sólo en la Costa sino en el sur y el Pacífico, porque lo necesita. Puede movilizar bases antiuribistas pero necesita intermediarios para llegar.

LSA: Usted determinó que en dos procesos electorales parecidos como las elecciones presidenciales de 2014 y el plebiscito los territorios votaron en un sentido similar, pero disminuyó la participación en las zonas antiuribistas. ¿Va a jugar la abstención nuevamente a favor del uribismo?

Y.B.: Creo que sí porque el uribismo es muy estructurado y, hasta cierto punto, a favor de la izquierda para poder pasar el umbral.

Los más perjudicados serán los políticos tradicionales más de centro y montados en las maquinarias regionales, como los de La U, los liberales y conservadores, porque no hay tanta plata como en las elecciones de 2014, según los observadores territoriales, lo que obedece en parte al cambio de legislación que endureció las penas de los delitos relacionados con la financiación de campañas y que ha generado temor en los empresarios.

LSA: ¿Qué pasará con los partidos pequeños y el umbral?

Y.B.: Hay tal fragmentación en estas elecciones que el umbral va a ser el filo de la navaja para dibujar escenarios totalmente distintos.

Un escenario posible para la centro-izquierda es que los verdes, el Polo y “los decentes” superen el umbral, lo que daría como resultado un grupo de 20 o 25 senadores, contando los cinco de la Farc, pero el clima actual no lo muestra como previsible.

Sumado eso al candidato perdedor eventual en la segunda vuelta, que podría ser alguien de peso de esta tendencia como Petro o Fajardo.

Pero por muy pocos votos de margen, el escenario podría ser que se queman el Polo y los decentes, y sería una catástrofe para este sector porque la izquierda queda representada por la Farc.

Los Decentes no tienen a nadie conocido y dependen de la fuerza de arrastre de Petro. El Polo en 2014 pasó raspando gracias al empuje de Robledo, pero ahora está más disminuido porque se fueron los de Clara y ahora tiene la competencia de los Decentes.

Además, a Robledo le queda difícil sustentar ante sus bases el giro de su discurso en contra de las alianzas con gobiernos neoliberales, pues Fajardo fácilmente encaja ahí.

A la Alianza Verde la veo un poco más segura que el Polo porque tiene un espectro más amplio en cuanto apela más al centro. Aunque tres de sus senadores electos más votados se van, hay buenos relevos como Angélica Lozano y Antanas Mockus que pueden atraer muchos votos.

Los que menos participan, de lejos, son los jóvenes pobres urbanos; los estamos perdiendo para la democracia.

Yann Basset

LSA: Según su artículo, las encuestas del plebiscito no se hicieron donde tenían que hacerse pese a la relación que había entre territorio, conflicto y voto, y no tuvieron en cuenta la abstención. ¿Cómo las ve ahora?

Y.B.: Las encuestas no pueden tener en cuenta las diversidades territoriales que hay en Colombia y eso explica, en buena medida, su incapacidad de anticipar resultados. Es real la fuerza de Petro y la despegada de Duque en las últimas semanas. El problema es hasta dónde eso se traduce en votos.

En el caso del plebiscito las encuestas no se equivocaron. Midieron que la opinión pública estaba inclinada hacia el Sí, pero no previeron, dada su naturaleza, que la opinión a favor del Sí era mucho más inconsistente que la del No, y que quienes preferían esta opción estaban más decididos a levantarse el domingo a votar.

Las regiones que uno esperaría que fueran afines al Sí, particularmente la Costa Caribe, con base en las presidenciales de 2014, fueron las que menos participaron.

Una prueba de fuego para las encuestas es el factor Vargas Lleras. Todo el mundo espera más votos a su favor de los que se le auguran en las encuestas.

Además, Vargas tiene un problema: no ha jugado consistentemente con la adscripción territorial de sus electores, que están mayoritariamente en las zonas “antiuribistas” del Caribe o Bogotá, pero con su discurso ha tratado de convencer a las bases uribistas.

LSA: Dice que el abstencionismo del Caribe y de otras regiones tiene que ver con la falta de apoyo de los caciques políticos al plebiscito que si apoyaron a Santos en 2014 porque tenían un incentivo más directo. ¿Entonces el voto de los del Sí era más clientelista que el de los del No?

Y.B.: En parte, pero más allá del clientelismo, hay una polarización no sólo política y discursiva, sino territorial. Por primera vez, a partir de las elecciones de 2014 apareció una oposición muy clara entre centro y periferia.

El proyecto uribista polarizó el país territorialmente entre las zonas rurales del interior que votaron No y que son las bases del uribismo porque se beneficiaron más de sus gobiernos, de su proyecto de seguridad democrática, versus las costas, la periferia y el sur, donde siguieron dinámicas de conflicto e, incluso en el Pacífico, donde se agravó la situación al desplazarse allí ciertas problemáticas que generaron diferentes formas de resistencia al uribismo.

Esas zonas fueron las que más apoyaron a Santos en 2014, aunque Santos es una especie de artificio. El tal voto Santos no existe. La distribución territorial a favor de Santos en 2010 es totalmente inversa a la de Santos en 2014. Por eso digo que el tema no es tanto del discurso político de Petro o de cualquiera, aquí tenemos es una polarización territorial.

LSA: ¿La polarización territorial persistirá en estas elecciones?

Y.B.: Sí, porque es estructural y de largo plazo. Por primera vez en 2014 la “fractura” ya no fue la clásica liberal/conservadora que había sido hasta 2010, pese a que para ese entonces ya no representaban la oferta electoral del país. Sumando los votos de Cambio Radical, La U y el Partido Liberal, uno terminaba encontrando territorialmente el Partido Liberal antiguo.

Después no porque el uribismo hoy es una mezcla del antiguo liberalismo en departamentos como el Tolima, Casanare y los Llanos Orientales y, del antiguo conservatismo en regiones como Antioquia, el Eje Cafetero y el Huila, todos muy uribistas. Eso rompió con las dinámicas territoriales clásicas.

El proyecto uribista polarizó el país territorialmente.

Yann Basset

LSA: ¿Por qué pasó en 2014?

Y.B.: Eso venía gestándose. Había una especie de lucha entre la “fractura” entre los partidos tradicionales liberal y conservador y entre la fractura entre el uribismo y el antiuribismo que ya había dominado las elecciones presidenciales en 2006.

Santos trató de volver a poner las cosas en términos de la antigua fractura liberal-conservadora y de bajarle el tono a la uribismo-antiuribismo con su Unidad Nacional. Pero desde 2014 se vuelve la fractura central. Es ahí donde la perspectiva territorial permite analizar factores más estructurales que los de las encuestas, que se inclinan por explicaciones a menudo coyunturales y dependientes de la personalidad o el discurso de un candidato.

LSA: Dice que las encuestas no pueden predecir resultados, ¿el análisis territorial sí?

Y.B.: No. Las encuestas registran las preferencias, pero no pueden medir las intensidades. Es decir, si alguien está realmente convencido y va a actuar en consecuencia. Una opinión no es un comportamiento y, por ende, es volátil. Fue lo que pasó con la Ola verde y puede pasar ahora con Petro.

El análisis territorial se soporta en la observación del comportamiento pasado y revela comportamientos estructurales que usualmente se mantienen en el tiempo, pero no puede predecir un quiebre.

Lo que muestra es que el voto es un comportamiento colectivo. Nos enseñaron que es algo individual, que se forma a partir de las propias convicciones, el ideal republicano cívico que a lo Mockus se traduce en el “yo vine porque quise, a mí no me pagaron”. Pero no es así.

LSA: ¿Con colectivo se refiere a cierta uniformidad en las preferencias?

Y.B.: No es una uniformidad entendida como que los territorios apoyan unánimemente a un candidato. La cartografía analítica, que trabajo para entender los comportamientos electorales, observa la formación de “fracturas” o lógicas colectivas del voto que se pueden mapear.

Estas dinámicas se manifiestan de distintas formas según las elecciones, pero tienden a permanecer en el tiempo aun cuando la oferta electoral cambia. Y estructuran el universo de lo que es posible e imposible. La polarización que observamos hoy, y que se manifiesta a favor de Petro y Duque en esta ocasión, es en buena medida un producto de esas fracturas.

LSA:¿Denos un ejemplo de comportamiento colectivo?

Y.B.: Si uno mira los mapas de las elecciones de 2014, la carretera que va de Bogotá a Tunja fue la zona donde el voto en blanco tuvo su mayor éxito en las legislativas, pese a que es un comportamiento típico de los centros urbanos y esta es una zona rural, y donde el voto por Marta Lucía Ramírez fue mayor a los votos a favor de Santos y Zuluaga, no obstante no ser una zona necesariamente conservadora.

Hubo una unidad de comportamiento que, hipotéticamente, podría estar relacionada con un antecedente que fue la importante participación que hubo en el altiplano cundiboyacense en el paro agrario que tuvo lugar justo antes de las elecciones de 2014.

El voto en blanco y el voto a favor de Marta Lucía podría indicar que se trató de una forma de protesta contra el Establecimiento y la clase política tradicional representada en Santos y Zuluaga, y un llamado para que atendieran sus necesidades.

Además, durante ese paro no vi ningún político tomar la vocería de esos movimientos, y eso coincide con que en las legislativas hubo muy pocos electos por Boyacá. Los grandes caciques liberales y conservadores no pudieron entrar.

Veremos si se repite ese comportamiento en las elecciones a Congreso y en una eventual favorabilidad de Marta Lucía en la consulta.

LSA:¿Las dinámicas territoriales no pasan por el discurso político?

Y.B.: Sí, pero el discurso no es lo esencial. Sólo es exitoso en la medida que refleja el sentir de las bases.

La gente dice que el éxito de Petro es que es muy incendiario, pero aunque el estilo ayude es algo superficial. Es ingenua la idea de que los discursos son capaces de suscitar preferencias políticas de la nada. Eso sí: a veces develan unas inquietudes de la gente que no estaban explícitas.

El discurso de Uribe en 2002 lo hizo, por ejemplo, cuando puso sobre la agenda no sólo el tema de la seguridad, sino el de la antipolitiquería, si bien esto se desdibujó después cuando pactó con la clase política su segunda reelección. Y eso explicaría que, por ejemplo, en el Caribe, excepto Montería, tenía mucha favorabilidad en 2002 porque había calado su discurso, pero con los resultados de su gobierno ya en mano, esa zona se volvió antiuribista.

LSA:Usted dice que las zonas rurales del centro del país son uribistas. ¿Cómo cree que se comporten en la consulta de los del No?

Y.B.: Es una buena pregunta porque esa consulta está contaminada por las legislativas, lo que funciona muy bien para el uribismo, que se está moviendo en bloque.

No opera igual para Marta Lucía porque su voto es más de opinión y, por ende, volátil. Además de que no todos los conservadores están con ella, tienen la política de mirar qué pasa y situarse con el que gane. No creo que vayan a movilizar realmente su maquinaria, sobre todo si el pastranismo mantiene una pelea con el establecimiento conservador.

Las bases quizá se movilicen, pero en algunos sitios están con el uribismo. Será interesante ver qué pasa con los conservadores que no están en la zona uribista, como Nariño y Atlántico.

Esta era la verdadera razón detrás de la puja entre Pastrana y Uribe por cuándo hacían la consulta. Será mucho más difícil para Marta Lucía por más que sea reconocida.

Ahora bien, puede haber una dificultad en las zonas rurales uribistas porque no sabemos si el elector uribista promedio del campo esté tan formado como para saber que tiene que pedir el tarjetón de la consulta para poder votar, y depende también de si los jurados proponen votar la consulta o esperan que la gente se lo pida.

Las encuestas registran las preferencias, pero no pueden medir las intensidades.

Yann Basset

LSA:¿Cuál será el comportamiento en las presidenciales en las zonas que votaron Sí?

Y.B.: Las encuestas muestran que la polarización territorial del plebiscito se mantiene. Petro está fuerte en la Costa Caribe y en Bogotá, lo que ratifica que el santismo no existe a nivel electoral y hoy puede ser Petro y mañana otro, pues la fractura uribismo-antiuribismo puede expresarse de distintas formas.

Fajardo, por ejemplo, pudo haber llenado ese espacio también y en Bogotá es posible que una buena parte lo apoye, pero no lo ha podido hacer en la Costa porque además de ser antioqueño, no atrajo a ningún intermediario fuerte que le ayudara. Petro no tiene ese problema por la idea de que es costeño que, en todo caso, es un poco rara.

LSA:¿Cómo se explica el auge de Petro en el Caribe más allá de su origen si usted reconoce en su artículo una intensidad marcada del clientelismo y de la maquinaria en esa zona?

Y.B.: El clientelismo en la Costa es sobre todo en las elecciones legislativas y eso no significa que excluya otras formas de movilización.

Para las presidenciales y las locales el clientelismo es un second best. La gente termina vendiendo el voto cuando no tiene una mejor opción, pero si tienen una alternativa en la cual creer es capaz de votar de otra manera.

Las maquinarias son muchísimo más frágiles de lo que se piensa y se mantienen por la mediocridad de los políticos alternativos.

Lo vimos en Magangué cuando Marcelo Torres le ganó a ‘la Gata’ en el baluarte del clientelismo. Un tipo que llega con un discurso alternativo, que dice que es capaz de derrotar la corrupción y lo hace de forma convincente y, con implantación local desde antes, lo logró.

Algo similar pasó con Caicedo en Santa Marta, con un discurso antipolitiquero fuerte. Ahí los observadores coinciden en que derrotó a sus opositores de manera sorpresiva, que repartieron plata a la lata; otra cosa es lo que pasó después en su Alcaldía.

Las maquinarias son muchísimo más frágiles de lo que se piensa y se mantienen por la mediocridad de los políticos alternativos.

Yann Basset

LSA:¿En dónde radica la debilidad de las maquinarias?

Y.B.: Son un juego de incertidumbre con muchos intermediarios que tratan de vender a un nivel superior más votos de los que tienen. Por eso es muy fácil que una maquinaria se desbarate como un castillo de naipes. Empezando por los potenciales votantes que van a las reuniones, pero quién sabe después qué hacen. No hay que pensar que la maquinaria es todopoderosa.

En un artículo que escribí muestro que hasta Gerlein, que es el símbolo del clientelismo como quedó ilustrado en la entrevista que le hizo la La Silla Caribe, tuvo altibajos fuertes en algunas elecciones. En 1998 le fue muy mal y en 2002 más o menos. A partir de 2006, cuando se concentra especialmente en Barranquilla, le va mucho mejor. Cuando los caciques políticos se enfocan en conseguir votos en su terreno los resultados son mejores.

Foto: Adelaida Ávila

Soy la editora de La Silla Amazónica desde 2024 y estoy a cargo del Curso de Inmersión de La Silla. Fui la editora del Detector de Mentiras desde mediados de 2022 hasta 2023. Y previo a eso fui la editora de La Silla Académica desde 2017, un espacio que creamos con Juanita León para traducir periodísticamente...