Víctor Carranza Niño nació en Guateque, Boyacá, en 1935. Fue el mayor empresario de esmeraldas en el país, y se calcula que al momento de su muerte, ocurrida el 4 de abril de 2013 como consecuencia de un cáncer de próstata, era dueño de un millón de hectáreas de tierra. Jugó un papel central en las guerras entre esmeralderos en los 70 y 80, y era investigado por sus presuntos nexos con paramilitares.

Desde niño fue minero y ya a los 19 años negociaba esmeraldas en Boyacá. Gracias a su éxito se rumoraba que “por donde pasa Víctor sale una piedra”. Durante esta época trabajó con Gilberto Molina Moreno y Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘El mexicano’, quienes luego se convirtieron en sus socios. En 1961, con tan sólo 26 años, los tres hicieron parte del grupo que logró el hallazgo de Peñas Blancas, San Pablo de Borbur en Boyaca, el yacimiento más grande de esmeraldas del mundo.

En 1963 obtuvo su primera concesión con el Estado para explotar la mina Mundo Nuevo en Cundinamarca. Pero fue seis años después que su nombre se catapultó cuando encontró en Las Cruces la esmeralda más grande del mundo. Esto inmediatamente le abrió las puertas dentro de los círculos más poderosos del país.

Su éxito creció paralelamente con la ‘guerra verde’ por el monopolio de la explotación, la cual ya para comienzos de los 70 cumplía una década. En consecuencia, el gobierno de Misael Pastrana creó en 1973 la Empresa Colombiana de Minas, Ecominas, y abrió licitaciones para intentar neutralizar a los involucrados. Tecminas, la empresa de Carranza, se ganó la concesión de las minas de Quípama, Boyacá.

Sin embargo, a finales de la década el conflicto revivió con un nuevo actor. Rodríguez Gacha era ahora uno de los narcotraficantes más poderosos del país y pasó de ser socio a enemigo de Carranza. El enfrentamiento dejó miles de muertos y culminó con la masacre de Sasaima de 1989, en la cual ‘El Mexicano’ ordenó asesinar a Gilberto Molina.

Carranza, sin su socio y ahora convertido en el nuevo ‘zar de las esmeraldas’, pasó a ser el nuevo blanco del narcotraficante. Las instalaciones de sus empresas Tecminas y Ganaderías Nare fueron destruidas con explosivos, y su contador y su sobrino fueron asesinados. Pero Carranza sobrevivió como sobrevivió a todos sus enemigos, ya muertos.

Además de la guerra contra su ex socio, Carranza se enfrentaba a las Farc en sus tierras del occidente de Boyacá y el norte de Cundinamarca. A raíz de esto fue acusado de comandar un escuadrón paramilitar, y en Puerto López, Meta, donde Carranza había establecido el centro de sus negocios, las autoridades descubrieron fosas comunes. Sin embargo una jueza del departamento lo absolvió ya que nunca se comprobó su relación con los hallazgos.

En vista del panorama, el empresario propuso un cese al fuego en Boyacá y en 1990 encabezó un acuerdo de paz. Esta relativa estabilidad le permitió expandir sus empresas, convertirse en socio de Esmeracol, Coexminas, La Cristalina, la carbonera La Argelia y Gumicol, y promover la creación de una bolsa mundial de esmeraldas.

Pero pronto reaparecieron las acusaciones, y en 1993 la Fiscalía General le abrió un proceso por narcotráfico y conformación de grupos paramilitares. Aunque en menos de un año estaba libre por falta de evidencia, en 1997 un fiscal de Barranquilla le dictó una orden de captura por vínculos con el paramilitarismo en Cesar, y un año después Carranza fue acusado de asesinar a un empleado del narcotraficante Leonidas Vargas. Por este caso estuvo preso hasta 2001, y en 2004 el Tribunal de Bogotá lo absolvió. No obstante hubo controversia luego de que Virgilio Hernández, uno de los fiscales del caso, afirmó que fue amenazado para que no revelara las pruebas que existían contra Carranza.

Ante lo que aparentemente fue una privación injusta de su libertad, Carranza demandó al Estado y en 2008 el Tribunal Administrativo de Cundinamarca le dio la razón. Pero un año después salieron nuevas denuncias por supuestamente apoyar a las AUC en Boyacá y los Llanos Orientales, esta vez por parte del jefe paramilitar Freddy Rendón alias ‘El Alemán’. A estas acusaciones les siguieron las de otros cuatro paramilitares que afirmaron que Carranza financió a las Autodefensas en Meta y Vichada y conformó un grupo llamado ‘Los Carranceros’, el cual habría participado en la masacre de Mapiripán de 1997.

Carranza negó las acusaciones y dijo que las AUC lo declararon objetivo militar por no aliarse con ellos. Sin embargo, en febrero de 2012 la Fiscalía General le abrió una investigación preliminar con base en estas denuncias.

En los últimos años Carranza sufrió dos atentados de los cuales salió ileso. Y según dijo Semana, archivos secretos del DAS indicarían que la entidad se alió con esmeralderos, el narcotraficante Daniel ‘el Loco’ Barrera y el paramilitar Pedro Oliveira Guerrero alias ‘Cuchillo’ para asesinarlo.