Por: Casa de las Estrategias

Estuvimos en la obra “Discurso de un hombre decente” que acaba de terminar su temporada en el festival Iberoamericano de teatro y una única presentación en el Teatro Pablo Tobón Uribe. No pretendemos hablar de teatro acá (por nuestra propia incapacidad), sino responder a la invitación de reflexión que hace la obra y un poco, lo que significa su elaboración y estreno en una gira en Europa y esta semana en Bogotá y la anterior en Medellín.

Escobar, que en algún momento se discutió si debía ser personificado en la obra, se vuelve central en ésta sin llegar a un espacio totalizante. Está en el centro, podría parecer de un ecosistema complejo, de relatos heterogéneos y contradictorios. Podríamos decir que la discusión más superficial sobre la obra es si se trata de una apología a Escobar o una banalización del personaje, haciéndolo folclor o divertido.

                           Ilustración: Camilo Uribe.

Una mirada un poco más profunda descubre en el titulo una profunda ironía, pero esta ironía cobra vida porque es extraída de una entrevista bastante pública de Escobar. La obra hace algo políticamente incorrecto y es que le da voz a un Escobar ficticio jugando con un discurso delirante de posesión presidencial, basado en un “archivo desclasificado”.

La obra deja que Pablo Escobar diga cómo se ve, cómo ve a Colombia y cómo ve el negocio del narcotráfico. Lo cierto es que lo importante del tema del narcotráfico, como nos explica el director Rolf Abderhalden, es que nos enfrenta a unas contradicciones morales, que desde Narcorama queremos reseñar como debilidades y, esto puesto en el vehículo del personaje de Escobar, crea una gran incomodidad.

De alguna manera el programa de gobierno de Escobar se llamaría “Poder Elegir”, las iniciales del capo de la mafia. Y uno de los colaboradores, Camilo Uribe, o como diría Rolf, el autor de la ficción (el discurso de Escobar), nos dice que de la legalización de la droga hablan voces tan autorizadas, como Milton Friedman, autor del libro Libertad de Elegir.

Camilo Uribe es un artista que como académico se ha dedicado a los discursos presidenciales, especialmente aquellos referentes a la droga y nos explica que reconstruyó un discurso populista, que hubiera querido que fuera más carismático, que tiene mucho de paternalismo, un inmenso caudillismo que se desplaza hacia el terreno de los negocios y ese pragmatismo de hombre exitoso, que nos explica Camilo, está basado en el mafioso italiano y la obra de Mario Pusso.

Tanto Rolf como Camilo coinciden en que el discurso avanza a un terreno del autoritarismo. Desde ese punto y el discurso de la seguridad que siempre ha acompañado el de la lucha contra las drogas, ese Escobar revivido en teatro, promete, velado por un discurso formal y oficial, un baño de sangre, exacerbando un nacionalismo que intenta poner la atención en “las mafias gringas”, “las peores” y “las que se quedan con la mayor utilidad del negocio”.

El último punto de un discurso nacionalista que puede culpar a EE.UU o los mal llamados países consumidores, está en discrepancia con un elemento importante en esta obra de teatro contemporáneo como es Francisco Thoumi el mayor experto en economía de las drogas en Colombia.

En la versión de la obra que vimos solo dos actores eran profesionales, el profesor que desarrolla una exposición es él mismo y el que emite el discurso de Escobar, vestido como él mismo, es un MC, Jeihhco, un cantante de Hip-hop. De esta forma, el discurso de Thoumi son distintas versiones y distintos análisis donde se pueda filtrar una crítica de que los colombianos queramos que el mundo cambie para que no nos matemos por excedentes abultados en los negocios ilegales.

El fenómeno de la droga ofrece una variedad de discursos que en la obra es manejado desde la emotividad e inclusive desde el delirio. A veces el discurso trasiega entre sueños y trata de desplazarse desde el sentido común de la legalización, hacia los discursos naturalistas alrededor de la coca (no la cocaína) y llega hasta el campo de las víctimas, librándose magistralmente de la victimización.

Además de hacer una crítica de la mediatización del fenómeno alrededor de la figura de una Virginia Vallejo, la obra, que algunos considerarían un happening, plantea una alternativa a una ideología bastante colombiana, pero también fuertemente globalizada, como es la de la victimización.

La compañía de teatro Mapa Teatro encontró a Danilo Jiménez el fundador y director de la orquesta Marco Fidel Suarez. Don Danilo fue víctima de la bomba de la plaza de toros La Macarena y que igualmente tuvo que tocar varias veces para el Cartel de Medellín. Danilo quedó afectado por esquirlas alojados en el cráneo y tuvo que volver a aprender a leer y a escribir con compañeros de clase que eran niños. En Danilo encontramos una víctima sin victimizar y petrificar en la dependencia o el rencor, por eso Rolf argumenta que el discurso de la victimización que se puede abordar desde el narcotráfico, es un discurso también a erosionar o perforar.

El director de la obra y de Mapa Teatro nos dice que aspira a que la obra se vuelva un día una droga corta, una alucinación, con sus thelos que mantienen veladas la presentación y sus sonidos (un sello claro de exploración de Mapa). De esta forma se explica que sea una obra que pueda sentirse como inconexa, ya que es una obra que no es hecha necesariamente para la razón, ni para darle un sentido coherente y lineal a una historia que está llena de contradicciones y vacíos.

                                              Ilustración: Camilo Uribe.

En últimas, lo más interesante, es que como colombianos y seguramente más como medellinenses, nos podamos llegar a irritar y hasta enfurecer con la obra. Hemos sido testigos y también herederos, y hemos querido abordar una historia dolorosa, que nos ha transformado como país, desde la verdad, cuando esta memoria tiene demasiados pliegues.

Finalmente, en la entrevista, aparece, gracias a que Rolf no habla de su obra desde la certeza, sino desde la exploración, que el olvido es dañino pero también el exceso de memoria es perjudicial. Nos dice que él va descubriendo una posición y un discurso desde el teatro con una relación confusa con el fenómeno del narcotráfico.

“Yo también estoy atrapado como todos en ese determinismo histórico en la que esas figuras se vuelven museo, íconos y perdemos un poco nuestra historia, perdemos de vista cómo ha atravesado nuestro marco moral.”