En la política colombiana hay temas que casi nadie se atreve a tocar por temor a la reacción que generarían. La pena de muerte o la eliminación del salario mínimo son dos ejemplos llamativos, pero hay uno crucial que genera marchas, paros y pedreas pero que nunca se mira de frente: la privatización de la educación superior.
Las cifras evidencian que el costo comparativo de la universidad estatal con la oferta académica privada es alarmante. Si uno toma la  a la Universidad Nacional (que es sólo un ejemplo de las varias instituciones existentes) y le suma lo que recibe por matrículas, dividido entre la , el cálculo arroja 18 millones de pesos, que es una cifra superior a la matrícula de un estudiante de la universidad privada más costosa del país (la Universidad de los Andes que está en diez millones y medio). ¿Por qué seguir dilapidando recursos de esa manera? ¿Por qué  no simplemente tomar los recursos que se le invierten en la universidad pública e invertirlos en un programa de becas en universidades privadas? Las universidades públicas seguirían existiendo pero cobrarían tarifas similares a las privadas haciendo que su administración de recursos fuera más eficiente y maximizara los beneficios de los estudiantes.
Este sistema tendría varias ventajas:

  1.  Propiciaría la integración social y la democracia porque los estudiantes estatales becados se relacionarían de forma cercana con las personas más privilegiadas económicamente, logrando mejores oportunidades para ambos.
  2. Se desestimularía el abandono de los programas académicos por parte de los alumnos patrocinados, pues se les obligaría a pagar lo que falte.
  3. Se aprovecharían más los recursos destinados a investigación en beneficio del país.
  4. Existirían incentivos para evitar que grupos extremistas disloquen la vida estudiantil.

El futuro del país, en términos de viabilidad democrática, de respeto por las instituciones y de capacidad de crecimiento, depende fuertemente de qué tan bien educados estemos los jóvenes. Claramente el sistema que tenemos no ha dado resultados robustos, por lo que de pronto es el momento de pensar en una propuesta muy odiosa.
Federico Ramírez