Por Leopoldo Fergusson

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Por estos días, cuando se discuten apasionadamente los esfuerzos del gobierno por firmar un acuerdo de paz con las FARC, parece pertinente hablar sobre los costos del conflicto violento. Son tantos y tan variados, y muchos de ellos tan difíciles de medir, que en lugar de intentar hacer un listado exhaustivo me limitaré a mostrarles un resultado interesante pero preocupante que encontré en una investigación en curso con Ana María Ibáñez y Juan Felipe Riaño de la Universidad de los Andes, y financiada por el Centro de Estudios de Seguridad y Drogas de la Universidad de los Andes, CESED.

En el trabajo estudiamos los efectos de La Violencia, el período de recrudecimiento del conflicto violento entre los partidos Liberal y Conservador en las décadas de los 40 y 50. Aunque hay mucha incertidumbre, las aproximaciones disponibles (ver, por ejemplo, Bushnell, 1993, cap. 9, o Safford y Palacios, 2002, cap. 14) indican que murieron entre 100,000 y 200,000 personas (de una población aproximada de 11.5 millones).

Nuestro interés es entender cómo afectó este conflicto a las personas que lo padecieron más directamente. Para avanzar en esta dirección, utilizamos el censo de población de 1973. Aunque para entonces ya el conflicto bipartidista había terminado (se había transformado, dirían algunos) muchas de las personas vivas en 1973 habían crecido durante La Violencia. Para cada una de las cerca de 17 millones de personas censadas en Colombia en 1973, podemos conocer algunas características básicas. En particular, conocemos sus años de escolaridad, una variable clave ya que cuando el conflicto reduce la educación –fuente de productividad y crecimiento económico– hay  un impacto de largo plazo sobre el bienestar de la sociedad.

La esencia de nuestros hallazgos principales se puede mostrar en tres gráficas.

Niveles de escolaridad en 1973: el progreso del país

La Gráfica 1 nos muestra los años de escolaridad de todos los individuos mayores de 23 años en 1973 (es decir, individuos nacidos antes de 1950). En el eje horizontal de la gráfica agrupamos a todos los individuos según su edad en 1948 (año que, con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán y El Bogotazo, marca para muchos el inicio de La Violencia). La altura de cada barra indica los años de escolaridad promedio de cada cohorte.

Es evidente el progreso del país: cohortes más jóvenes en 1948 alcanzaron, para 1973, más años de educación que cohortes mayores. La diferencia es sustancial.  Por ejemplo, mientras que los colombianos entre 60 y 64 años en 1948 (nacidos de 1888 a 1892) tenían para 1973 unos 2 años de educación en promedio, aquellos entre 0 y 4 años en el 48 (nacidos de 1944 a 1948) ya bordeaban los 5 años de educación en promedio.

 

Gráfica 1:

Años promedio de educación en 1973 en Colombia

(Según edad en 1948)

Los efectos de La Violencia: niveles de escolaridad según incidencia del conflicto

Pero este progreso no ayudó a todos por igual. En la Gráfica 2 nos preguntamos si los individuos que nacieron en un municipio afectado por La Violencia acumularon menos capital humano que los que nacieron en municipios menos afectados. La incidencia de La Violencia fue muy variada en el territorio nacional. Con información organizada por la Revista Criminalidad de la Policía Nacional de 1958 y con otros estudios previos que han intentado identificar esta variación regional, dividimos los municipios de Colombia entre aquellos donde la violencia partidista tuvo mayor incidencia (que en adelante llamaré ‘municipios violentos’) y los restantes donde el conflicto fue menor o inexistente (a los que me referiré como ‘municipios pacíficos’).

La Gráfica 2 muestra la diferencia en el logro educativo entre los individuos nacidos en cada tipo de municipio, para cada cohorte según su edad en 1948. Se desprenden dos mensajes. El primero es que la diferencia es consistentemente negativa: los colombianos nacidos en municipios violentos se educaron menos que los nacidos en municipios pacíficos (la línea negra sólida es nuestra estimación puntual de la diferencia en años de escolaridad entre los dos tipos de municipios, mientras que las líneas rojas punteadas son ‘intervalos de confianza’ que marcan la diferencia mínima y máxima que, con un grado de confianza estadística del 95%, estimamos pudo existir entre los dos tipos de individuos).

El segundo mensaje es que los individuos más jóvenes, es decir quienes eran niños en 1948 o nacieron en medio de La Violencia son quienes menos educación lograron obtener en comparación con sus compatriotas de municipios pacíficos. Por ejemplo, los nacidos en un municipio violento entre el 44 y el 48 –personas recién nacidas y hasta con 4 años de edad cuando inició La Violencia— alcanzaron un año menos de educación que los de municipios pacíficos. Para una población con algo menos que 5 años de educación promedio, esta es una diferencia enorme, de más del 20% de la media.

 

 

Gráfica 2:

Diferencia en años promedio de educación para individuos

de municipios violentos y pacíficos

(Según edad en 1948)

 

Los lectores más atentos habrán notado, sin embargo, que continuando con esa lógica resulta llamativo que en la Gráfica 2 también estén menos educadas las personas mayores nacidas en municipios violentos (individuos mayores a los 20 e incluso 30 años en 1948, que ya habían terminado su ciclo educativo). Esto sugiere que los municipios violentos tenían menores niveles de escolaridad incluso antes del conflicto. En este sentido, la comparación que presenta la Gráfica 2 puede exagerar los efectos del conflicto sobre el capital humano.

Por esta razón, en la Gráfica 3 hacemos un ejercicio un poco más sofisticado. En lugar de comparar a todos los municipios violentos con todos los municipios no violentos, comparamos a cada municipio violento únicamente con el conjunto de sus vecinos pacíficos. Esta comparación nos debe dar una cota inferior de los efectos del conflicto, ya que es posible que municipios vecinos a municipios violentos hayan sufrido también, en alguna medida, los estragos de La Violencia. (Es cierto que la comparación también podría exagerar el efecto si los más educados de los municipios violentos migraron como consecuencia de La Violencia hacia los vecinos pacíficos. Pero para evitar esta fuente de contaminación, en la comparación miramos la escolaridad únicamente de los individuos que no migraron.)

 

 

Gráfica 3:

Diferencia en años promedio de educación para individuos

de municipios violentos y sus vecinos pacíficos

(Según edad en 1948)

 

 

Con esta comparación más exigente, encontramos efectos de La Violencia para los niños. Aún con esta estimación muy conservadora observamos que las personas más jóvenes durante La Violencia –desde aquellos que nacieron un par de años después de 1948 hasta aquellos que tenían 9 años en El Bogotazo— tienen una desventaja de unos 0.3 a 0.4 años de educación si tuvieron la mala suerte de nacer en un municipio violento.

Estos números implican, al revisar la educación promedio para esas cohortes en la Gráfica 1, que nuestra estimación sobre el impacto de La Violencia en el capital humano es apenas algo inferior a una reducción en un 10% en los años de educación. Curiosamente, este estimador no está lejos del 9% que mis colegas  Catherine Rodríguez y Fabio Sánchez atribuyen al conflicto colombiano actual en este trabajo.

¿Qué está detrás del resultado?

Son varias las razones por las cuales el conflicto puede afectar la acumulación de capital humano. Una forma simple de dividir los efectos es entre los de oferta y demanda: además de los impactos directos sobre la provisión de bienes públicos por el desorden, el caos, y el desplazamiento de recursos públicos que causa la violencia (oferta), la incertidumbre y destrucción asociada a una situación de conflicto reduce la capacidad de pago y los incentivos de los hogares para hacer inversiones de largo plazo, entre ellas la inversión en capital humano (demanda). 

En el caso colombiano es posible, además, que el conflicto iniciado en 1948 haya persistido manifestado de formas distintas en los municipios que sufrieron La Violencia bipartidista.

De otro lado, si existieron estos efectos sobre la acumulación de capital humano, es de esperar que los municipios violentos se hayan rezagado en su desarrollo económico. Por ejemplo, una población menos educada no sólo es menos productiva sino que está mal capacitada para saltar hacia nuevos sectores de la economía que jalonan el crecimiento económico.

Entender los mecanismos que explican esta caída en la educación como consecuencia de la violencia, así como otras consecuencias sobre la sociedad que se desprenden del golpe a la acumulación de capital humano, hace parte de las preguntas que estamos intentando responder en este trabajo. Espero, más adelante, poder compartirles lo que encontramos y conocer su opinión.

Referencias

Bushnell, D. (1993). The making of modern Colombia: A nation in spite of itself. Berkeley: University of California Press.

Policía Nacional de Colombia  (1958), Revista Criminalidad, No .1. Colombia: Policía Nacional.

Rodríguez, C., y Sánchez, F. (2009). “Armed conflict exposure, human capital investments and child labor: Evidence from Colombia,” Documento Cede No 005400.

Safford, F. P., y Palacios, M. (2002). Colombia: Fragmented land, divided society. New York: Oxford University Press.