Por: Jorge Tovar
Vuelven a dispararse las ventas de carros. Vuelven a sonar las trompetas de guerra contra los carros. Es, desde hace unos 13 años, el caballito de batalla en la política bogotana. El discurso, de repetido, se vuelve aburrido: hay que desincentivar el uso del carro. No hay, eso sí, consenso en que hay que hacer para desincentivar. Unos hablan de subirle a los parqueaderos, otros a la gasolina. Los de más allá, a poner bicicletas de arriendo en cada esquina, y los de más acá a ampliar las ciclorutas. Otros proponen carriles de “car pooling” sin entender que para que funcione debe hacerse otro carril no quitar uno de los ya existentes. Extender el pico y placa es, por supuesto, otra alternativa: que los sábados, que aleatorio, que cinco, seis o siete números al día. Incluso, algunos, a cambio de permitir que se vendan carros nuevos.  Y los expertos, que dado el caos en que nos movemos día a día, sorprende que existan y vivan en Bogotá, debaten sobre los efectos de estas y otras medidas similares.
Sobra decir que todas son propuestas inútiles, la mayoría populistas y ninguna soluciona estructuralmente el problema. El colapso de Bogotá sólo se evitaría haciendo las dos cosas más evidentes: montar un sistema de transporte eficiente y seguro, y aceptar que en Bogotá cada vez habrá más carros.
En lo primero hemos fracasado. Aún hoy no se ha terminado de construir la primera línea de TM. El metro parece utópico, y aunque se haga la primera línea (o media línea), tampoco sería una solución estructural. Idealmente, Bogotá, necesita un sistema de metro, no una simple línea de metro. Pero, no se puede construir porque es muy caro, y, como pasó cuando se decidió no hacer el Mundial de Fútbol de 1986, esa plática se necesita para hacer escuelitas y hospitales. Al final, entonces como ahora, no habrá ni de lo uno ni de lo otro. Seguramente, a ritmo lento, se seguirá aumentan la red de TM. Pero el TM, lo ha demostrado, no es solución estructural.
En lo segundo, también hemos fracasado. Sorprendentemente la opinión pública, permeada por la corriente facilista de algunos de los creadores de opinión, cree que en Bogotá hay muchos carros. Hay muy pocos y sólo una verdad (). A medida que el ingreso promedio crezca en Bogotá, habrá más carros. Pueden hablarnos de Amsterdam, San Francisco o lo que quieran pero, dado que no hay ni habrá en el corto o mediano plazo alternativa, la venta de carros se disparará. Y, dentro de poco, cuando inicie la comercialización de vehículos híbridos o eléctricos, hasta la excusa del efecto ambiental será insuficiente.
En este año de elecciones locales uno quisiera que, en temas de movilidad, se plantearan temas estructurales. ¿Cómo financiar un sistema de metro – transporte masivo realmente eficiente? ¿Cuántos kilómetros de vías hay que construir en el corto y mediano plazo? No implica que algunas de las propuestas planteadas deban dejarse de lado. Pueden ser alternativas interesantes. Pero Bogotá necesita reconstruirse, y en el tema de movilidad se requiere entender que hay que hacer más vías y hay que hacer un sistema de transporte público adecuado para una ciudad de ocho millones de habitantes. La ciudad debe volverse sostenible. Si se sigue en la dirección actual, el colapso puede ser irreversible.