¿Por qué tantas personas inteligentes y de buen corazón creen que  las mujeres que abortan y los profesionales que las ayudan deben ir a la cárcel?

Hoy 25 de marzo, día del niño no nacido y día la anunciación para los católicos, deberíamos considerar que  desear la cárcel para las mujeres que abortan es una cuestión de fe.

La lógica es algo así: los creyentes consideran que la existencia material (este mundo) se subordina a un otro mundo invisible y eterno en el que hay un Dios creador, a cuya voluntad se doblegan todas las cosas. El catolicismo, a diferencia de la mayoría de los protestantismos, considera que la voluntad de este Dios creador es un libro abierto, leído por las jerarquías de la Iglesia y transmitido al resto de la humanidad. A finales del siglo XIX, y con mayor certeza durante el siglo XX, las jerarquías católicas se convencieron que el libro abierto de la voluntad divina decía que el aborto, sin importar el estado de desarrollo del embarazo, iba contra la voluntad de Dios. Hoy la Iglesia, incluyendo al simpático Papa Francisco, considera que desde el momento de la fertilización, al existir la singularidad genética, está presente la esencia de la cosa que es la vida humana, y  la voluntad de Dios es que las mujeres respeten esta vida y acepten llevarla a término.

Esta es una creencia respetable.

En este mundo tan a menudo cruel y sin sentido, la esperanza o certeza incluso del otro mundo, y de la ley eterna de la voluntad divina, es a veces el único asomo de belleza o de justicia al que aspiramos. ¿Por qué no someterse a la certeza de la voluntad de un Dios que es al mismo tiempo Amor? Tiene sentido que una mujer creyente, al saber de su embarazo, se someta a la voluntad divina y lo lleve a término.

Lo que no me parece respetable, y hace moralmente cuestionable esta empresa, es la criminalización de quienes no compartimos esa fe.

Los católicos saben que otras personas nos enfrentamos al vacío de este mundo de formas diferentes. Algunas miramos el terror a los ojos aceptando el sin-sentido de este mundo. Otras deciden darle sus propias formas y significados, con poca intermediación de las jerarquías religiosas, alimentado las muchas formas de paganismo que pasan por catolicismo en estas tierras ásperas.

¿Con qué convencimiento íntimo los seguidores del Dios, que es Amor, quieren condenar a la cárcel a quienes no creemos en Él? ¿A los que no creemos en la esencia invisible de la vida, presente incluso en la ausencia de un cerebro humano?

La cárcel no es sólo un reproche moral para los que no somos creyentes. Es el infierno en este mundo, círculo tras círculo dantesco de degradación y sufrimiento, cuando no hambre, violencia y enfermedad. En conciencia, el catolicismo, la religión del Amor y la dulzura, debería ser abolicionista. En cambio muchos católicos, jerarcas y fieles por igual, piden la cárcel y el castigo, temporal y eterno.

Lo curioso es que en las escrituras del cristianismo Dios es más compasivo. Al anunciarle a  María que estará embarazada de un hijo que no es el de su prometido (Lucas 1:31,) Dios le da la posibilidad de negarse. Ella acepta y los católicos la veneran por ello. Pero su Dios le dio la posibilidad de negarse, o por lo menos así lo interpreta Santo Tomás de Aquino (Summa III:30.) Ese hecho, que también se celebra hoy, es el de una decisión, no una orden.

Me pregunto si la fe no podría llevar a que pensar que, antes que haya cerebro (donde supongo que residiría el alma) no hay una persona, y en consecuencia las primeras semanas del embarazo serían  la forma de Dios de preguntar si aceptamos llevar la carga. El embarazo en su inicio  parece tener  más sentido como una pregunta, de Dios o de la vida, una pregunta y no una orden terminante….