La agricultura es uno de los sectores que más contribuye al cambio climático (debido a las emisiones de gases de efecto invernadero, que generan casi un tercio de las emisiones mundiales) y, al mismo tiempo, uno de los más afectados por sus efectos. 

Para el 2050 la temperatura en la zona andina podría aumentar en cifras cercanas a los 2 grados centígrados, según un informe del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) de la ONU en Palmira. Este fenómeno climático podría tener efectos drásticos en ciertos cultivos y en los campesinos que viven de ellos: disminuiría la productividad de las cosechas como el café, fríjol, maíz y papa, bajaría la calidad, cambiaría las alturas en las que siembran productos icónicos comos los cafés especiales y obligaría a los productores a reinventarse. 

Colombia, que tiene emisiones de gases relativamente bajas (el 0.4 % de las mundiales) pero es muy vulnerable a sus efectos, presentó hace dos meses su propuesta nacional de cara a las negociaciones cruciales en diciembre para el tratado que reemplazará al de Kioto: el país reducirá sus emisiones de gases en un 20 por ciento para el 2030.

Esta meta ambiciosa significaría una serie de cambios en el sector agropecuario. Y abre muchas preguntas: ¿cómo puede el sector agropecuario contribuir en la reducción de emisión de gases de efecto invernadero? ¿Qué tipo de adaptaciones debe llevar a cabo dicho sector? ¿Cuáles son las oportunidades y desventajas del cambio climático en el sector?  

Para hablar del tema invitamos a “La Silla Llena los domingos” a dos expertos de La Silla Rural. Ellos son Jeimar Tapasco, ingeniero agrónomo que lidera el trabajo de cambio climático del Centro de Agricultura Tropical (CIAT) y Natalia Gómez, especialista en desarrollo rural y sostenible que trabajó dos décadas en el Banco Mundial.

Aquí comienza “La Silla Llena los domingos”.

Historiador. Politólogo. Coordinador de La Silla Llena. @ebricenof