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La historia sexagenaria del Sena es un homenaje a decenas de miles de colombianos que la han forjado. Aunque sea imposible nombrar aquí a todos,  intentamos sintetizar su gestión.    

Reseñar al Sena es como reseñar a un hijo  llegado a la madurez como parte del entorno familiar. En 1957 el gobierno, empresarios y trabajadores, maduraban un proyecto social. Unos y otros se habían acercado desde los meses previos a junio de 1957, para restablecer la democracia.

Y esta democracia necesitaría concertación para sobrevivir a la confrontación global de la llamada ‘guerra fría’. Dicha fórmula debería presentar una alternativa que superara al capitalismo subdesarrollado y las opciones de revolución latinoamericana.  

Los colombianos vivían aún las secuelas de un cruel enfrentamiento partidista, pero tampoco estaban contentos con la subsecuente dictadura militar que surgió como respuesta política. El país exigía oportunidades de educación y trabajo, para las clases menos favorecidas y las incipientes empresas nacidas en una economía cerrada. Eso llevó a la gestación conceptual del Sena y el abogado economista Rodolfo Martínez Tono, junto con los jesuitas, ejercieron un papel de parteros sociales.  En junio de 1957 ocurrió el “alumbramiento”, mediante el decreto ley 118 del mismo año.  

En la primera década de 1957 a 1966, se consolidó la naciente entidad. Se establecieron las bases técnicas y jurídicas, para brindar formación profesional a los trabajadores, jóvenes y adultos de la industria, el comercio, la agricultura, la minería y la ganadería. Se estableció un sistema ejemplar de gobierno institucional, de naturaleza tripartita: gobierno, empresarios y trabajadores. Se adelantaron las primeras investigaciones sobre mercado laboral. Este proyecto democrático era vital. Como referente histórico, en esos mismos días nacería una larga confrontación guerrillera, que afectaría a Colombia durante las décadas siguientes.   

De 1967 a 1976, se inició el ‘Programa de Promoción Profesional Urbana’, enfocado a la industria y el ‘Programa de Promoción Profesional Popular Rural’. También se amplió la cobertura a emprendimientos económicos modernos, con la creación del ‘Programa de Desarrollo Tecnológico’ y la ‘División de Desarrollo de Tecnología’.

Entre 1977 y 1986, la economía había crecido en informalidad, con un auge de actividades delincuenciales como el contrabando y el narcotráfico. Los problemas sociales y la lucha subversiva se habían agudizado, especialmente en el campo, y el Sena se involucró en la ‘Capacitación para la Participación Campesina’, dirigida a líderes campesinos e indígenas.

En la cuarta década, de 1987 a 1996, el Sena tuvo que reinventarse. Fue cuando atendió a un inevitable cambio de modelo económico hacia el libre mercado, impulsado por alarmantes índices de descomposición social y violencia, como el contrabando y la informalidad. En 1991, enmarcada en una constitución progresista, el Sena se modernizó y empezó a desarrollar convenios con el sector privado. 

De 1997 a 2006, el Sena amplió enormemente su cobertura, para dar cumplimiento a las expectativas constitucionales de un país que buscaba la paz, de diferentes formas.

A partir de 2007, el Sena es un protagonista de primer orden en el ‘reentrenamiento laboral’. Los convenios de Ley 344 de 1996, que benefician al sector empresarial, han madurado en experiencia. Pero también se asignan  recursos importantes a la reincorporación de combatientes de la larga guerra subversiva que está en camino firme de terminar.

Empleo, formación y trabajo, son conceptos ineludibles en la misión del Sena, y quienes mejor que los empresarios, una de las fuerzas ‘tripartitas’, para decirlo. En el libro Las exigencias del desarrollo colombiano (no sigamos arando en el mar)[1], se anota:

“Las lecciones que nos ofrecen los países que ya transitaron el camino que hemos emprendido, debemos aprenderlas. Esto no necesariamente significa adoptar modelos preestablecidos por ellos, pero es de sabios aprender de errores y ejemplos ajenos. Una demostración de ellos se da en temas como la capacitación a nivel tecnológico, que tanto incentivo tiene en países desarrollados. En Colombia, este tipo de formación debe reforzarse, para lo cual el Sena debería ‘tercerizar’, bajo su orientación y tutela, ciertos servicios de transferencia de conocimientos.

A este respecto, se debe hacer claridad en cuanto a que la educación no solamente hace referencia a la básica primaria y secundaria. Si realmente se quiere tener un país educado, cuyos habitantes sean generadores de crecimiento y desarrollo económico, es una obligación adoptar a la educación como un proceso permanente a lo largo de toda la vida…”.

Trabajadores y sindicatos, la otra fuerza ‘tripartita’ con su propia óptica de desarrollo del Sena, como entidad trascendente para el desarrollo social, coinciden en la necesidad de buscar la excelencia y el posicionamiento social de instructores y aprendices. 

El Gobierno, que en la administración del Presidente Juan Manuel Santos Calderón ha denominado al Sena “La joya de la Corona”, es la restante fuerza ejecutiva ‘tripartita’ que interpreta un mandato claro: ‘El Sena, un hijo de la democracia y promotor de la transparencia, cumple 60 años y ya no solo es un hijo’: ¡El Sena es Colombia!  al servicio de la paz. https://www.youtube.com/watch?v=tLekkGfg7fs 

 


[1] Editado por Fenalco (Presidente Guillermo Botero Nieto) en el taller Editores Gráficos Colombia S.A.S. Bogotá, septiembre de 2016.

Es consejero del Sena, periodista y ejecutivo gremial. Estudió derecho en la Universidad de Nariño y alta gerencia en la Pontificia Universidad Javeriana.